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Volvo toma medidas para frenar el golpe, incluidos recortes y posibles traslados de producción

Cuando la comisión europea anunció hace unas semanas la moratoria con la que se les daba algo más de tiempo a los fabricantes europeos para cumplir con los límites de emisiones contaminantes de CO2 fijados para los vehículos producidos, algunos no estaban del todo contentos. Concretamente las empresas pasaban de tener que afrontar un cumplimiento anual a disponer de tres años para poder así compensar en los dos próximos años el exceso que muchos productores ya habían asumido que tendrían que afrontar.

Volvo fue una de las marcas que se mostraron disconformes con la medida que había verbalizado la propia Ursula von der Leyen, precisamente uno de los fabricantes que había capitaneado la electrificación completa del parque móvil del Viejo Continente, adoptando desde muy temprano la estrategia de dejar de lado los vehículos térmicos para pasar a una propuesta 100% eléctrica.

Ese esfuerzo, cuando no viene acompañado por una respuesta positiva por parte del mercado también supone un gran desgaste para la marca, algo que se está viendo precisamente en las últimas medidas que está adoptando la compañía sueca para tratar de salir del paso del actual periodo de una demanda inferior a la esperada dentro del mercado de los vehículos eléctricos.

La propia Volvo ha confirmado que acaban de poner en marca un programa de reducción de costes valorada en 1.870 millones de dólares (algo menos de 1.650 millones de euros al cambio) para así tratar de contrarrestar la situación actual, empeorada a su vez por las tensiones comerciales entre países y la polémica sobre los aranceles de la Unión Europea al vehículo eléctrico importado de China o los gravámenes aplicados por Donald Trump a los productos que se importan a Estados Unidos, entre ellos los automóviles europeos.

Este programa de reducción de costes también implicará recortes en los puestos de empleo en las distintas sedes e instalaciones que tiene Volvo en todo el mundo, con unos efectos que se harán realidad especialmente en el año 2026.

No se descarta a su vez que Volvo tenga que trasladar buena parte de su producción destinada a Estados Unidos al país norteamericano para tratar de esquivar los aranceles en caso de que no se llegue a un acuerdo entre Bruselas y Washington. Actualmente, el 90% de los vehículos Volvo que se venden en suelo de EE. UU proviene de Europa, por lo que el principal movimiento sería el de llevar esa carga de trabajo a la planta de Carolina del Norte, una posibilidad que se ha abierto especialmente por la tregua arancelaria ofrecida por Trump de forma provisional y que muchos apuntan a que sería una estrategia para darle a los fabricantes el tiempo necesario para trasladar esa producción a Estados Unidos.

Curiosamente, de forma paralela, tienen planeado presentar su primer híbrido enchufable de autonomía extendida para el mercado asiático, su otro gran objetivo para la estrategia a corto plazo de la marca.

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Iván Fernández

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