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Mis felicitaciones a la Guardia Civil de Tráfico

Durante todos estos años desde que tengo carnet de conducir no he tenido demasiado contacto con la Guardia Civil de Tráfico. No sé si porque soy muy bueno como conductor o porque soy muy discreto como infractor. Aun así, de mayo a esta parte me he dado cuenta de que esta Unidad Funcional de la Benemérita (sin menoscabo de todas las demás) es una organización que merece todos mis respetos, y he descubierto un buen puñado de motivos por los que me parece que ha llegado el momento de ofrecerles mis más sinceras felicitaciones.

Les felicito, en primer lugar, por haber podido mantener sus puestos de trabajo a pesar de la invasión, durante estos últimos años, de máquinas diseñadas, programadas y construidas para realizar parte de su trabajo. Una parte que nuestros gobernantes consideran “fundamental” dentro de sus tareas: poner denuncias; más concretamente, denuncias por exceso de velocidad.

Les felicito, en segundo lugar, porque yo también estoy convencido de que con su profesionalidad y espíritu de servicio han contribuido, en gran medida, a la mejora de los niveles de seguridad vial y disminución de los índices de siniestralidad de estos últimos años.

Les felicito, en tercer lugar, por haber comprendido que el tiempo que antes dedicaban a poner denuncias (en especial las de exceso de velocidad y que ahora efectúan de forma automatizada y aséptica unas maquinitas) lo pueden emplear en realizar tareas más efectivas para mejorar el trafico rodado. Han dejado claro que, hoy por hoy, un buen Guardia Civil de Tráfico puede llevar a cabo una gratificante y provechosa jornada laboral aunque se haya dejado olvidado el bolígrafo en casa.

Les felicito, en cuarto lugar, por dejar claro ante la opinión pública (al menos ante aquella que no esta aborregada) que la seguridad vial no es un asunto tan sencillo que se pueda resumir con la burda y simplista ecuación de que más multas significan menos accidentes. Las cifras de siniestralidad de este verano (la más baja desde 1962, con un parque automovilísitico 20 veces mayor, y más de un 4% por debajo del mismo mes de 2009) no ofrecen lugar a dudas sobre lo mentecato de esta teoría.

Les felicito, en quinto lugar, por haber dejado claro su superioridad frente a cualquier tipo de maquinita (por muy bien programada que esté), al seguir teniendo criterio suficiente como para darse cuenta de que no todas las infracciones son iguales, ni suponen el mismo peligro, ni se deben sancionar de la misma manera. Algunas infracciones son simples errores o pequeñas negligencias que se pueden subsanar con una leve reprimenda o con una escueta llamada de atención. Otras, en cambio, merecen ser atajadas (y de ser posible, erradicadas) con ayuda de todo el peso de la ley. Y solo una persona con formación y experiencia puede hacer ese tipo de distinciones.

Guardia Civil de Tráfico

Les felicito, en sexto lugar, por haber demostrado ser uno de los pocos colectivos profesionales de este pais que ha sabido reaccionar, con inteligencia y elegancia, ante una de las muchas sinrazones con las que acostumbra a avasallarnos la casta política prepotente y pagada de sí misma que nos gobierna. Con elegancia, al no verse en la necesidad de tener que perjudicar, ni siquiera desde el punto de vista pecuniario, a ciudadanos inocentes, y con la inteligencia de haber dado en la diana al atacar a la casta política en el verdadero motivo de todos sus desvelos: el dinero.

Y les felicito, en séptimo lugar (last but not least), por haber dejado plenamente en evidencia a esta clase política cuyo único interés en la seguridad vial (aunque se empeñen en negarlo, a pesar de la evidencia) es convertirla en una de sus principales fuentes de ingresos con los que pagar sus prebendas y despilfarros.

Porque no les basta con haber convertido el automóvil en un objeto de lujo que alimenta las arcas estatales (vía IVA, radares e impuestos sobre carburantes), autonómicas (vía impuesto de lujo matriculación) y municipales (vía impuesto de circulación, tasas de estacionamiento y más radares). También han conseguido convertir su uso habitual en una delirante lotería en la que un pequeño descuido de solo unos pocos kilómetros por hora se puede convertir en un suculento premio en metálico, muchas veces aderezado con su correspondiente pedrea de puntos.

Eso sí, atropellar mortalmente a un peatón al más puro estilo Farruquito muchas veces no es suficiente para que el infractor pase una buena temporada en la cárcel. Y ya sabemos, que los que viajan en coche oficial suelen pasarse las normas, los radares y los desvelos de los Guardias Civiles de Tráfico por la Túnica Albugínea.

Y como colofón, una felicitación más, la octava.

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