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Los coches autónomos conducirán como tu abuela

Os debo confesar que no logro imaginarme el futuro del automóvil de forma clara. El futuro que nos están dibujando en estos momentos – repleto de coches autónomos que nos transportan sin que tengamos que mover un dedo o siquiera prestar atención a la conducción – me aterra. Ceder el control completo (o casi) a una máquina que se guía por cámaras, radares y algoritmos matemáticos me parece un error. ¿Por qué? Porque se perderá el placer de conducir y el coche se convertirá al completo en un electrodoméstico de transporte.

Un electrodoméstico de transporte que conducirá como tu abuela.

Un brillante artículo en Vox relata las experiencias de los conductores de Mountain View (California) con los coches autónomos de Google. Los cuarteles generales de Google están ubicados en la adinerada localidad californiana, y Google lleva haciendo pruebas públicas de sus prototipos autónomos durante más de un año en la zona. Con módulos autónomos montados en una flota de Toyota Prius y Lexus RX híbridos, la flota de Google ha acumulado ya casi 1,4 millones de kilómetros, con sólo 11 accidentes de muy escasa consideración.

Las cosas claras: los coches autónomos son muy seguros

No ha habido más que golpes por alcance, en los que se ha demostrado que ninguno ha sido culpa del coche autónomo.

Completamente cierto. Jamás superan los límites de velocidad establecidos, no incumplen una sola norma de tráfico y son absolutamente corteses con peatones y otros usuarios de la vía. La buena parte es que no han provocado ni un solo accidente y se han defendido a la perfección en situaciones extremas provocadas por humanos, como un conductor kamikaze, un peatón que cruza la calle sin mirar o la irrupción de ciclistas. Dejando a un lado dilemas morales derivados de las leyes de la robótica, es lógico hacer de estos coches máquinas hiper-seguras.

Ni un solo gobierno o autoridad competente autorizaría el uso de coches autónomos si estos fuesen inseguros o cometiesen imprudencias. Lo cual nos lleva al inevitable choque entre el comportamiento humano – irracional por naturaliza – y la extrema racionalidad de una máquina gobernada por un cerebro electrónico. Las buenas noticias es que nadie en Mountain View teme a los coches autónomos, y los consideran un vehículo más de su día a día. Esta naturalidad es uno de los principales objetivos de Google en esta primera fase de experimentación.

Nos aprovecharemos de la prudencia y cortesía del coche autónomo

La convivencia de una máquina perfecta con un mundo tremendamente imperfecto no será sencilla. Su implantación tardará décadas.

Para ser seguro, el coche autónomo conducirá como tu abuela. En vez de aprovechar un hueco en el tráfico para incorporarse a una vía con mucho tráfico acelerando de manera fuerte, tratará de incorporarse gradual y lentamente a la misma. Si no encuentra el hueco, se parará y no hará un sólo movimiento hasta que no tenga claro que puede incorporarse con plena garantía al tráfico. Pensad en la rotonda más caótica y colapsada de vuestra ciudad y pensad en la «agilidad» de un coche que sólo entrará cuando tiene un enorme margen de seguridad.

También son extremadamente corteses con los peatones, y parece ser que en estas primeras etapas les cuesta discernir cuando un peatón cercano a la vía está dispuesto a cruzar. Ante la duda, paran. Los conductores de Mountain View han empezado a aprovecharse de la cortesía y seguridad del coche autónomo. Saben que les dejará colarse delante de ellos para evitar un accidente o un golpe, y los conductores comienzan a aprovecharse de ello colándose de manera descarada. Un conductor humano no permitiría la misma situación.

En el artículo se habla de la idoneidad del coche autónomo en lugares donde la ley de la calle es muy relajada. Es el caso de China, donde los peatones cruzan por delante del coche sin importarles el color de semáforo. Un conductor humano comenzaría a moverse gradualmente hasta que los peatones se comenzasen a apartar, pero un coche autónomo no lo haría. La solución en muchos casos pasará por endurecer las leyes de tráfico para conductores y peatones por igual. La adaptación a este mundo imperfecto será un gran reto del coche autónomo.

¿Y nadie piensa en los aficionados al motor? La respuesta es no.

Se vaticina que los coches autónomos comenzarán a compartir nuestras carreteras con nosotros en unos cinco años.

Id asumiéndolo. Sólo «cuatro frikis» como nosotros pensamos en el coche en términos de diversión, pasión o emoción. Para la gran mayoría de individuos de este mundo el coche no es más que una herramienta. Una herramienta que pronto será más automática que nunca. Por desgracia tendemos a una supresión de los sentidos en el mundo automovilístico, donde todo es cada vez menos real: ni siquiera el sonido de los deportivos viene ya de sus escapes y los cambios manuales ya son proscritos hasta en la gama GT3 de Porsche. ¿Qué demonios está pasando?

Llamaremos a la asistencia para que cambien la rueda a nuestro coche autónomo y él mismo se llevará al taller cuando le toque el mantenimiento. Pagos mensuales por la recarga de sus baterías, contratos de leasing para el coche, planes integrados de mantenimiento. El coche autónomo será una mezcla entre una lavadora y un producto financiero, con la misma emoción de ambos. Cientos de sensores lo harán todo por nosotros, que sólo tendremos que cumplir religiosamente con nuestras cuotas mensuales al fabricante. ¿Queremos un futuro así?

Llamadme carca, pero el futuro del automóvil de diario no parece halagüeño.

No todo está perdido. Muchos opinan que la solución ideal será el uso coches autónomos en el día a día y el disfrute de un clásico o deportivo más analógico en el fin de semana. ¿Pero cuanto tardarán en ser prohibidos los coches no autónomos? ¿Se permitirá esta dualidad entre pasado y futuro? ¿Tendrán que usar calles especiales los coches «analógicos»? Me paro, que este artículo comienza a parecerse al argumento de la saga Terminator. Me horroriza pensar en el advenimiento de una Skynet lenta, aburrida y tremendamente lógica.

Al margen de este pequeño brote de amarillismo con el que no he querido terminar el artículo, quiero ser más optimista. Quiero pensar que los deportivos y los coches pasionales continuarán conviviendo con el coche autónomo, cuya implantación generalizada será lenta. Quiero pensar que seguiremos pudiendo disfrutar de máquinas «old-school» como los Mazda MX-5 o los Corvette. Quiero pensar en una convivencia pacífica y no en un empeño regulatorio que termine con la diversión al volante. Crucemos los dedos, compañeros.

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