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Estas son las victorias que jamás sucedieron en la F1, o de cómo un GP puede ser un auténtico drama

Si el otro día vimos que para ganar en la F1, a veces, hay que estar en el momento y lugar adecuados, en otras ocasiones ni siquiera el mejor rendimiento de un conjunto coche y piloto puede otorgar la victoria a quien, en teoría, más se lo merece. Hoy querría contar algunos Grandes Premios que sucedieron en la historia de la F1 que marcaron algún hito especial, que tuvieron una carga dramática extraordinaria o que, simplemente, fueron tan extraños que es necesario recordarlos para recordarnos a nosotros mismos lo que es la Fórmula 1. Veremos victorias que se le niegan a grandes pilotos, Grandes Premios decididamente gafados, o situaciones épicas de otros tiempos. Espero que los disfrutéis, y recordar, no están todos los que son, ni son todos los que están, incluso es posible que haya que hacer otro especial sobre el tema. Tenéis los comentarios a disposición, ¡buen domingo!

Gran Premio de San Marino, 1985: el que todos se quedaron sin gasolina

En una época diferente, hace ya más de 30 años, la parrilla de la Fórmula 1 estaba llena de leyendas, y de futuras leyendas. Nombres como Ayrton Senna y Nigel Mansell empezaban a ser reconocidos, mientras que Niki Lauda, Alain Prost, Nelson Piquet, Eddie Cheever, Alboreto, Boutsen, De Angelis… eran pilotos de renombre y, por encima de todo, pilotos a los que no podías pedir levantar el pie para ahorrar combustible.

Uno tras otro, cada piloto que heredaba el liderato se quedaba sin combustible… o era penalizado.

En el Gran Premio de San Marino pasó lo increíble. En un circuito que hoy es mítico y una sombra de lo que fue (pero fue peligroso además de ultrarrápido, no lo olvidemos), Ayrton Senna partía de la pole position dispuesto a conseguir la victoria y lanzar a Lotus Renault aun más hacia el liderato del mundial. A tres vueltas del final, Senna se quedaría sin combustible y, por tanto, tendría que abandonar perdiendo una victoria que era muy plausible. Stefan Johansson con su Ferrari, que había salido en la décimo quinta posición, heredó la primera posición para delirio de los tifosi… para quedarse sin combustible tan solo media vuelta después.

El rugido de los aficionados italianos cuando Johansson adelantaba a Senna se convirtió en un gemido doloroso al ver como a su piloto le pasaba lo mismo (más tarde se comprobaría que fue por fallo mecánico, ya que el motor consumía más combustible del necesario). Alain Prost se ponía, así, líder del Gran Premio camino de una victoria segura.

Mientras Prost se encaminaba a la victoria, Nelson Piquet se quedaba también sin combustible, pero ¡no sería el último piloto en hacerlo! Prost pasaba la bandera a cuadros primero por delante de Elio De Angelis y Thierry Boutsen, ¡que se quedaba sin combustible ante la línea de meta! Mientras tanto, Prost se quedaba sin combustible en la vuelta de honor (y más tarde sería descalificado por motivos de peso en su monoplaza, dos kilos menos del reglamentario). Así pues, Elio De Angelis era el vencedor de la prueba más loca de la historia de la F1, posiblemente, mientras que Boutsen consiguió ser segundo tras empujar su coche a través de la línea de meta.

 

Gran Premio de Mónaco de 1982: el caos

La temporada más loca de la historia reciente de la F1 fue la de 1982, y el Gran Premio más imprevisible de la temporada pudo ser, seguramente, el de Mónaco. Los Renault Turbo de Alain Prost y de Rene Arnoux coparon la primera fila de la parrilla de salida. Arnoux lideraba cuando tras 14 vueltas hizo un trompo y caló el motor; Alain Prost heredó la posición y desarrolló un Gran Premio impecable camino de una victoria segura… hasta que empezó a llover a dos vueltas del final. Prost hizo un trompo tras cometer un error inexplicable y estrelló su coche contra las barreras, dejando a un imberbe Riccardo Patrese líder de la prueba en su Brabham.

Pero pronto las cosas se torcerían y Patrese haría un trompo quedando posicionado a contramarcha. A falta de una sola vuelta, Didier Pironi lideraba con su Ferrari, pero a la salida del túnel el coche empezó a toser y a pedir auxilio… y se paró sin combustible. Andrea de Cesaris con Alfa romeo y Derek Daly, con Williams, pasaron con posibilidades de victoria. Uno, De Cesaris, se quedó sin gasolina; el otro rompió la caja de cambios. La carrera la ganó Riccardo Patrese que, tras ponerse «derecho», siguió sin accidentes para encontrarse con una victoria inesperada.

Esta carrera debía haberse contado el otro día, pero creo que un Gran Premio tan loco debía contarse junto con otros Grandes Premios singulares, irrepetibles y que forman parte de la historia con mayúsculas de la F1.

Gran Premio de Australia de 1986: el del reventón

Nigel Mansell podría haber sido campeón del mundo en 1986, y de hecho le faltaron algo más de una docena de vueltas para serlo, pero esa vez no fue posible y tendría que esperar seis años más para, finalmente, ser campeón del mundo en 1992. En esa ocasión, Mansell lideraba confortablemente el campeonato, e iba camino de su primer título siempre que quedase por delante de Nelson Piquet a pesar de que Alain Prost se llevase el Gran Premio, cuando de repente, cuando iba a más de 300 km/h su neumático trasero izquierdo reventó en mil pedazos. Este es uno de esos momentos míticos de la Formula 1, el momento en el que quien tenía todo a su favor para ganar, de repente lo pierde todo en décimas de segundo. El caso de Mansell era el del eterno aspirante al que se le arrebataba el título en el último momento, y por eso se dice que el título de 1992 fue una especie de obligación moral de la F1 con el león británico.

Gran Premio de los Estados Unidos de 1959: el de la épica

Jack Brabham protagonizó la que sin duda fue la carrera más épica de su vida, y hasta el momento en que se produjo, una carrera única, en 1959, en el Gran Premio de los Estados Unidos. Por entonces ese Gran Premio se disputaba en Sebring. El 12 de diciembre se celebraba la última prueba del campeonato del mundo, y éste se decidiría entre  Jack Brabham, Stirling Moss y Tony Brooks eran los contendientes al título. Brabham asumió el liderato cuando Stirling Moss abandonó con la caja de cambios rota, mientras que Brooks se había autoeliminado tras dañar su monoplaza contra el de su compañero, un tal Wolfgang von Trips, en la primera vuelta y calar el motor. El camino para Brabham estaba expedito.

Mientras lideraba la prueba, manteniendo una «lucha feroz» con su compañero, Bruce McLaren, su coche se quedó sin gasolina en la última curva de la última vuelta. McLaren ganó la carrera con 22 años y se convirtió en el piloto más joven en lograrlo; Brabham empujó su coche hasta la meta para quedar cuarto y ganar el campeonato del mudo. Quedó exhausto y esa carrera quedó para la leyenda. Tras la misma, McLaren declararía lo siguiente:

Cuando no tuvo que luchar contra Stirling y se encontró muy por delante, me esperó. Cada vez que cometía un error, él se contenía. Así es como llegué a rodar a tal velocidad. Cuando Jack rompió podría haber llorado … si hiciéramos ese tipo de cosas en Nueva Zelanda.

Gran Premio de España de 2001: el del drama

La situación más agónica, dramática y emocional que vamos a ver hoy se dio hace ya casi 15 años, en el Gran Premio de España de 2001. En aquél momento, Mika Häkkinen militaba en McLaren-Mercedes y ya estaba muy cerca de su retiro, pero el finlandés seguía intentando conseguir un nuevo campeonato del mundo contra su gran rival, Michael Schumacher. En el GP de España, Häkkinen lideraba confortablemente con más de 35 segundos de ventaja sobre el alemán a falta de dos vueltas para el final.

Entonces, sucedió lo habitual en los motores Mercedes de entonces: rompió. Lo peor del asunto no fue la rotura sino el momento, en la última vuelta que le iba a dar la gloria tras un fin de semana excepcional. Ver a Häkkinen arrastrarse por el circuito, con su coche agonizante y sin dejar de rodar por si por un casual conseguía llegar a la meta, sigue encogiendo el corazón. El mismísimo Michael Schumacher reconocía por la radio que Häkkinen merecía la victoria, y antes de subir al podium se saltaba el protocolo para ir a abrazar a su gran rival.

 

 

Bonus track: Nigel Mansell en el Gran Premio de Dallas, 1984

Nigel Mansell partía en Dallas desde la pole position, la primera de su carrera deportiva, y lideró las 35 primeras vueltas de aquél Gran Premio abrasador bajo el sol de Texas. A medida que los neumáticos delanteros de Mansell perdían eficacia, él iba perdiendo terreno y pronto tuvo que entrar en boxes a realizar un cambio. Al reincorporarse a pista había cedido bastante tiempo ya, por lo que empujó todo lo que pudo para intentar recortar la distancia. Eso, en aquélla época turbo, no era una buena estrategia, pues el consumo se disparaba cuanto más se le exigía al turbo, siendo necesario a veces regular la presión en marcha para conseguir que el tanque de combustible fuese suficiente para terminar.

Mientras tanto, por delante Keke Rosberg y Alain Prost luchaban por la victoria, pero en una carrera tan dura no faltarían los accidentes, entre otros los de Prost y Lauda. Keke Rosberg ganaba la prueba por delante de Rene Arnoux, pero el drama estaría detrás: Nigel Mansell luchaba por ser quinto cuando se quedó sin gasolina en la última vuelta. Emulando a Brabham, salió del monoplaza y lo empujó hacia la meta, pero en esta ocasión no fue posible completar la hazaña: se derrumbó inconsciente al lado de su coche. Eso sí, finalizó sexto clasificado, se llevó un punto y el cariño de la afición. Nacía la leyenda.

 

En Diariomotor Competición:

«¡Estoy seguro de que se movió!, y otras historias en tu dosis dominguera.

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