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De niño rico a piloto de Fórmula 1 pasando por la Guerra del Vietnam

La Fórmula 1 está llena de pilotos con dinero -con mayor o menor talento- y de hombres que se han hecho a sí mismos pero es inusual encontrar los dos estereotipos en el mismo elemento y aún menos encontrar a un piloto como el estadounidense Brett Lunger. Nacido como uno de los herederos de DuPont, Lunger dejó los estudios de lado para ir a la Guerra del Vietnam, donde luchó representando a su patria como orgulloso estadounidense. Piloto aficionado antes de convertirse en marine de los Estados Unidos, tras volver se puso de nuevo con lo que era su pasión y llegó a la Fórmula 1.

Mientras estudiaba en Princeton, un amigo le llevó a una carrera en 1965 y el joven Lunger se enamoró de aquel mundo de gasolina y goma quemada. Un año más tarde ya era el «niño rico» de la Can Am, compitiendo con un Corvette. Ventajas de tener dinero por muy cara que pudiera ser su pasión. Pero a pesar de ello, Lunger era patriota como el que más y en 1968 decidió dejar de lado su vida acomodada, sus estudios en Princeton y sus carreras para viajar hacia Vietnam con un objetivo muy claro: defender el honor de su patria -no entraremos en lo adecuado o erróneo del conflicto militar-.

Allí, en calidad de marino de los Estados Unidos, participó en misiones de reconocimiento en las que destacó por su valor. Durante su estada en Vietnam, tuvo también lugar una situación que marcó el devenir de su carrera deportiva. Durante una escaramuza, salvó a uno de los hijos de los propietarios de la Liggett & Myers Tobacco Company, dentro de la cual se encuentran marcas tan conocidas como la titular L&M, Lark o Chesterfield. Su vuelta a casa no se produjo hasta 1970 y con la disciplina adquirida, el objetivo primordial fue seguir adelante con todo aquello que había quedado pendiente al irse.

Pero si los estudios eran una proposición atractiva, las carreras lo eran más y decidió centrarse en ello para 1971. Compró un Lola T192 que había sido propiedad de Roger Penske y con el que había competido Mark Donohue. La historia del mencionado coche pudo haber terminado allí pero por sorpresa, la aparición del Questor Grand Prix, una carrera a la que se invitó a los mejores equipos de la Fórmula 5000 para competir contra pilotos y equipos de la Fórmula 1 lo cambió todo. Penske volvió a necesitar el coche y tras asegurarlo y llegar a un acuerdo con Lunger, Donohue volvió a subirse al monoplaza aunque el joven ex-marine pudo probar con él, aprendiendo del equipo.

De hecho, Penske incluso permitió a Lunger usar su garaje en Ontario, California -no confundir con la provincia canadiense- durante toda la temporada. Fue una temporada exitosa para el joven norteamericano, que en el campeonato continental de Fórmula 5000 -esponsorizado además por la Ligget & Myers- terminó en tercera posición, llegando a obtener una victoria. En 1972 siguió compitiendo en Estados Unidos, repitiendo tercera posición final esta vez con un Lola T300. Adicionalmente, compitió también en varias carreras del campeonato europeo de Fórmula 2, con un cuarto puesto en Mantorp Park como mejor resultado.

Pero las cosas iban a peor. Puesto que Lunger no quería aprovecharse de la fortuna familiar, el dinero de los patrocinadores se iba secando y con ello, su carrera profesional se estancó. Tras dos años de resultados correctos pero no brillantes en Estados Unidos y en la Fórmula 2 europea, había llegado el momento de la verdad. La de 1975 tenía que ser la temporada definitiva en la que las cosas salieran bien. A nivel personal, se cumplieron las expectativas con su boda pero en lo profesional, las cosas no acababan de resultar. Hasta la parte final de la temporada, cuando se llegó a un acuerdo con el equipo Hesketh para tomar parte en los tres últimos grandes premios de la temporada de Fórmula 1.

Hesketh estaba sin dinero y cualquier cantidad que pudiera aportar un segundo piloto era bienvenida. Terminó en Austra e Italia y en Estados Unidos tuvo que abandonar a trece vueltas para el final cuando iba camino a su mejor resultado del año. Las actuaciones fueron suficientes como para que Chesterfield siguiera dándole apoyo -siempre recordando que Lunger había salvado a uno de los hijos del propietario durante la guerra- y en 1976 se encontró como piloto oficial del Team Surtees. Aunque no disputó todos los grandes premios, sí que estuvo en la mayoría y en particular estuvo en Alemania.

Allí vivió un episodio recordado por todos pero cuyos detalles a veces se escapan al recuerdo común. Cuando Niki Lauda sufrió su gravísimo accidente en Nürburgring, Lunger era el piloto que venía justo detrás y que no pudo evitar contactar con el Ferrari del austríaco. El primer instinto de cualquier ser humano tras sufrir un accidente de este tipo habría sido huir hacia un lugar seguro pero en su lugar, Lunger se subió al incendiado monoplaza e intento sacar a Lauda del habitáculo. El estadounidense reconoce que solo pudo hacerlo gracias a Arturo Merzario, que le ayudó a desabrochar los arneses del Ferrari -eran muy distintos a los del Surtees y no conseguía soltar al piloto-.

Por segunda vez en una década, Lunger había salvado una vida pero como suele decirse en estos casos, el espectáculo debe continuar -esta vez sin víctimas-. Al terminarse el año, Lunger, cada vez con mayor apoyo de L&M, decidió fundar su propio equipo privado para 1977. Inicialmente compitió con un March 761 antes de pasar a usar un McLaren M23B. Con él, llegó a entrar en el top 10 en varias ocasiones aunque siempre sin puntuar. Lunger se ganó una justificada fama de piloto seguro que solía terminar carreras en una época donde la fiabilidad no era la de hoy en día. Desafortunadamente y a pesar de una más que aceptable séptima posición en Bélgica en 1978, los puntos nunca llegaron.

Paralelamente, disputó durante esa época carreras de la Fórmula 5000, el campeonato británico de Fórmula 1 y el IMSA norteamericano. El equipo de Lunger echó el cierre tras el trágico Gran Premio de Italia de 1978 donde falleció Ronnie Peterson -en realidad el sueco sobrevivió al accidente pero la excesiva demora en la decisión sobre la operación para tratar las heridas recibidas hizo que no pudiera salvarse-. Pero para el orgulloso estadounidense, aún quedaba un asunto pendiente para 1978, el de tomar parte en su última carrera de Fórmula 1… en casa. Así, se subió a uno de los coches del equipo Ensign y pilotó sin tomar riesgos excesivos para ver la bandera de cuadros.

Lo hizo en décimo tercera posición pero así cerró con honor una carrera que a pesar de no ser destacada, sí fue más que respetable. Durante los primeros meses de 1979, desde Italia surgieron rumores que apuntaban a la posibilidad de que Ferrari estuviera interesada en fichar a Lunger como piloto de pruebas para poner a punto el motor turbo que estaban preparando en Maranello. Al final, el rumor quedó solo en eso y el norteamericano se centró en sus actividades en Estados Unidos, tomando parte en competiciones de sport-prototipos. Sin la obligación de viajar por Europa, Lunger demostró su mentalidad una vez más volviendo a Princeton para terminar sus estudios en ciencias políticas.

En el recuerdo le quedó un cuarto puesto en una carrera no puntuable de Fórmula 1 en 1978 en Silverstone. Ocasionalmente hizo de reportero para la CBS en algún gran premio de Fórmula 1 y hasta los 50 años siguió tomando parte en competiciones de diversa índole aunque fuera ya del mundo del motor. Un verdadero apasionado de las carreras que supo aprovechar su entorno para empezar pero que también supo mostrar respeto por sus rivales trabajando para ganarse el dinero en lugar de seguir usando aquello que le venía de casa. Un auténtico marine del automovilismo.

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