ESPACIOS
Cerrar CERRAR
Reportajes

6 MIN

Grand Theft Auto en la vida real: la historia de Killdozer y su espiral de destrucción

Marvin Heemeyer era un soldador, afincado en Granby, Colorado. En esta pequeña localidad regentaba un pequeño taller de reparación de escapes. En 2004 saltó a la fama mundial como protagonista de una espiral de destrucción que terminó con 13 edificios y 7 millones de dólares en daños materiales. Su arma era un enorme bulldozer con una armadura de cemento y acero. Nada ni nadie le pudo parar, mientras durante horas ejecutaba una venganza calculada. Esta la apasionante historia de Killdozer, un Grand Theft Auto muy real.

«A veces, los hombres razonables se ven obligados a hacer cosas poco razonables».

Marvin Heemeyer se mudó a Granby en 1992, y adquirió un pequeño terreno a una agencia gestora de propiedades embargadas. Solitario, trabajador y respetable, explotó un pequeño negocio de reparación de escapes durante años. El terreno que compró por 42.000 dólares recibió una oferta de 250.000 dólares por parte de una empresa cementera que quería establecerse sobre él. Marvin estuvo de acuerdo en primer momento, pero elevó su precio en primer lugar a 375.000 dólares y poco después a un millón, sin llegar a un acuerdo con la empresa.

En 2001, el ayuntamiento de Granby recalificó los terrenos adyacentes a su taller y los asignó a una empresa cementera, dejando aislada a la propiedad de Heemeyer. El trozo de terreno que usaba para acceder a su taller quedó bloqueado por la empresa, así como su línea de desagüe. Trató de impedir su construcción mediante peticiones oficiales, así como usar 2,5 metros del terreno de la cementera para construir una nueva línea de desagüe. Igualmente, se le denegó la construcción de un acceso alternativo a su taller.

Partiendo de un bulldozer con orugas de acero, construyó una fortaleza móvil, aún más resistente que un tanque militar.

Para más inri, el ayuntamiento le multó con 2.500 dólares por no disponer del desagüe que le impedían construir. Harto, frustrado e impotente, decidió tomarse la justicia por su cuenta. La desesperación más absoluta y la ruina económica le llevó a acometer un último acto de venganza – justificado por sí mismo como un «acto de Dios» – contra los que cometieron injusticias contra él. Cerró su negocio, y durante meses, construyó un gigantesco bulldozer blindado a partir de un Komatsu D355A, que había comprado con el objetivo de construir un nuevo acceso a su negocio.

Su transformación fue concienzuda. Construyó una coraza de varias toneladas sobre su carrocería, consistente en paneles de acero de una pulgada de grosor, un sandwich en cuyo interior vertió cemento. Su habitáculo era prácticamente estanco, y fue dotado de un sistema de aire acondicionado y soporte vital, con el objetivo de aguantar en su interior durante horas, incluso días. Para ver hacía el exterior, instaló cámaras de CCTV, protegidas por plexiglás antibalas de 76 mm de grosor. Una fortaleza inamovible.

En algunos lugares del bulldozer, su blindaje tenía un grosor de hasta 30 centímetros.

En troneras situadas de forma estratégica en todos los lados del Killdozer – los periodistas le darían ese apodo, en homenaje a una película del año 1974 – soldó varias armas: rifles de francotirador, una ametralladora y un rifle de caza. En ningún momento usó dichas armas, y se cree que fueron instaladas de forma disuasoria o como último recurso. Se cree que usó una grúa para bajar el blindaje sobre el bulldozer. Un viaje de ida, sellando su destino para siempre, sin vuelta atrás. La venganza iba a ser histórica.

El 4 de junio de 2004, este engendro salió de su taller y comenzó una tormenta de destrucción. Varios negocios locales y decenas de vehículos fueron víctimas de su tonelaje. El ayuntamiento y el cuartel de la policía, así como la planta cementera, se llevaron el grueso de los daños. Edificio tras edificio, este bulldozer era imparable. Todas las armas y pequeños explosivos que se descargaron sobre él fueron completamente inútiles. Un vecino incluso trató de hacerle frente con una pala de construcción, sin éxito alguno.

Resumen de la destrucción: 2 horas y 7 minutos, 13 edificios, decenas de coches, el suministro de gas natural del ayuntamiento.

Mientras la policía pedía refuerzos y hablaba con el ejército y el gobernador del estado, quedaba claro que Heemeyer sólo quería causar daños materiales: en ningún momento arremetió contra personas o coches ocupados. Pero no cesaba su empeño destructor. Su radiador dijo basta tras más de una hora de frenesí, y pronto el bulldozer comenzó a humear – sobrecalentándose su enorme motor diésel. Con todo, seguía destrozando fachadas, derribando edificios y aplastando árboles. Mientras tanto, varios helicópteros emitían en directo sus movimientos.

EE.UU. estaba pendiente de este «Killdozer», cuyo fin estaba cerca. Trató de demoler los bajos de un edificio industrial, y una de sus orugas se rompió. Mientras trataba de liberarse, el motor dijo basta y se gripó. Acorralado, sin salida posible y sin movilidad alguna, Marvin Heemeyer se suicidó de un disparo en la cabeza. Las autoridades tardaron 12 horas en excarcelar su cuerpo mediante un oxicorte industrial. Tiempo después, se supo que el gobernador del estado de Colorado llegó a comunicarse con la Guardia Nacional.

Killdozer ha sido protagonista de varios episodios del History Channel e inspirado una película rusa.

Ordenó un ataque aéreo sobre el Killdozer, con un helicóptero Apache equipado con misiles aire-tierra Hellfire. Alternativamente, se valoró la intervención de una brigada antitanque del Ejército. Ninguna solución drástica – de alto potencial de daño colateral – fue finalmente necesaria. Desde entonces, Killdozer ha pasado a formar parte de la cultura popular, y muchos lo identifican como una especie de Robin Hood moderno, un corte de manga motorizado a la excesiva injerencia y abusos del sector público ante el ciudadano indefenso.

Fuente: Badass of the Week | Wikipedia | Heemeyer.com

Cargando...