A mediados de los años ochenta, Martin y Friedhelm Wiesmann se sentían realmente decepcionados con los deportivos de la época. Los hermanos Wiesmann eran auténticos entusiastas de los deportivos y la velocidad y acudían fieles a los salones del automóvil en Alemania, en los que tan solo podían constatar que ese deportivo pasional, de estética clásica y tecnología moderna que ellos buscaban, sencillamente no existía. Fueron años de glamour y excelencia para los superdeportivos, Porsche 959, Lamborghini Countach, Ferrari 288 GTO, grandes máquinas que aún así no lograban satisfacer...