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Gran Premio de Bahrein. La arena, un enemigo minúsculo pero terrible

Una de la razones por las cuales el grip del circuito de Bahrein resulta muy elevado en las zonas viradas, radica en que en durante el diseño de su trazado se contempló la inoportuna presencia de arena sobre la pista, cosa totalmente lógica, ya que el autódromo del emirato está plantado, y nunca mejor dicho, en mitad del desierto.

Así, el oasis de asfalto y hormigón que conocemos como Sakhir, aflora en un espacio rodeado de finísimas partículas de sílice y cuarzo, amén de otros sedimentos tan minúsculos como peligrosos para el mundo de la competición, ya que o bien depositados por el viento sobre la pista o afectando directamente a los componentes esenciales de los monoplazas, su intervención puede resultar literalmente desastrosa.

Y es que curiosamente, la arena, que acostumbra a convertirse en protagonista en el emirato árabe cuando en forma de tormenta azota incluso a la capital, Manama, resulta uno de los ingredientes junto al calor, que convierten al Gran Premio de Bahrein en una de las pruebas más duras del Mundial de Fórmula 1.

De manera que ya sea por su depósito sobre el asfalto o sobre las neumáticos, la arena hace perder adherencia al vehículo. Asimismo, penetrando por los orificios de ventilación tanto del propulsor como de los frenos, resta eficacia a tan delicados componentes mecánicos. Y por si fuera poco, erosionando la película externa de la carrocería y el fondo plano, reduce aunque mínimamente, la eficacia aerodinámica del monoplaza…

Obviamente, las escuderías toman nota de este asunto y tratan de paliar los problemas derivados de tan inoportuna coyuntura aumentando el tamaño de los filtros o reduciendo el de las tomas de aire, lo que hace que el calor que soportan sus máquinas pueda llegar a resultar inquietante. Si a ello sumamos que Sakhir es un trazado que castiga los frenos y que resulta exigente con los motores, obtenemos inmediatamente un cuadro en el que el cuidado de la mecánica se convierte, y si paliativos, en la máxima prioridad.

En cuanto a la posibilidad de suelo deslizante, el compromiso pasaría por elevar la altura del vehículo y ablandar sus suspensiones (como en lluvia), con la consiguiente pérdida de eficacia aerodinámica, pero como la downforce manda, el esfuerzo de mantener el fondo plano a la altura conveniente con respecto al piso, recae sobre los compuestos, lo que nos lleva a que éstos van a sufrir de lo lindo, razón por la cual, Pirelli ha endurecido su propuesta para el Gran Premio de Bahrein en una actitud totalmente loable porque más vale prevenir que curar.

Sea como fuere, la organización también ha hecho sus deberes. Para contener la arena y minimizar sus daños, se riega el desierto con un adhesivo que la compacta en la zona circundante al trazado, y para paliar los efectos del viento, se disponen alrededor de Sakhir una serie de pantallas que forman una muralla invisible desde el circuito pero efectiva, que impide el avance del grueso del ejército del desierto, apoyadas posteriormente por una serie de feas rejillas dispuestas de forma vertical, que ayudan a que el aire pierda su fuerza y a que por tanto, el polvo y la arena que arrastra caigan al suelo por su propio peso.

No obstante, la naturaleza es terca y se abre paso a pesar de las fronteras artificiales, de manera que podíamos decir que si hay un circuito que sufre sus inclemencias, ése es Sakhir. Un lugar donde el más pequeño de los enemigos, la arena, se convierte quizás en el más temido, lo que sin duda supone un enorme aliciente para disfrutar de una carrera, el Gran Premio de Bahrein, capaz de poner a prueba desde el último cable de un vehículo hasta la consistencia física del piloto que lo conduce.

 

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