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Va de conductores violentos, esa subespecie que habita en nuestras carreteras

He conocido bellísimas personas que se transformaban en ogros al tomar el volante de un coche. Sinceramente, me cuesta entender la razón. Quizás se deba al estrés que genera en algunos el ejercicio de la conducción. Curiosamente, también he conocido gente que se transformaba tanto o más siguiendo a su equipo de fútbol favorito o simplemente jugando a la brisca. Gente que fuera de ese ámbito jamás le había levantado la voz a nadie, aunque también estará el caso de aquellos que son ogros en todas las facetas de la vida.

No creo que sea tan difícil ser un conductor respetuoso, no violento. Y cuando hablo de violencia no hablo de bajarse del coche para dar dos tortas al que se acaba de saltar un Ceda el Paso. Hablo de aquel que conscientemente no facilita que un coche se incorpore a una autopista, que en un atasco impide a mala uva que un coche se cambie de carril o que empieza a pitar porque el semáforo se ha puesto en verde y el coche que le precede ha tardado medio segundo en salir. Hay veces que pienso que algunos ven la carretera como su arena particular, el escenario en el que los gladiadores se retan y no hay que dar la mínima seña de debilidad.

Conductores violentos

Violencia no solo es agresión verbal o física, si no también ser un conductor intimidador, el que usa la bocina para reprender al coche de al lado o el que no te facilita conscientemente la incorporación a una autopista.

No hace falta que cite un estudio de una prestigiosa universidad para afirmar que ese escenario de tensión provoca accidentes, que por suerte en muchos casos se saldan con accidentes de chapa y pintura, puesto que el campo de batalla más habitual del conductor violento es el atasco.

Le identificarás rápidamente, ese que a tu lado golpea el volante lamentándose de no haber escogido otra ruta o el que empieza a tocar la bocina insistente e infructuosamente, puesto que el atasco no se va a aliviar por su insistencia. Tal vez sea un ejercicio terapéutico, como el de aquel monólogo que hablaba de lo reconfortante que resultaba antaño bajar la ventanilla con elevalunas manual, dándole a la manivela, para acordarte de la familia de aquel que te la acababa de jugar.

No recuerdo cuando fue la última vez que toqué la bocina. Probablemente fue hace bastantes meses y España acababa de proclamarse, una vez más, campeona de Europa.

Conductores violentos

Conductores violentos los hay en todas partes y no siempre la sangre llega al río y se producen situaciones tan incomprensibles como las que en ocasiones desencadenan hechos todavía más estresantes, las dichosas multas. La violencia extrema llega cuando el conductor violento arremete con el agente que acaba de proceder a multarle, casos hay bastantes, algunos graves. Obviamente, en ese caso, como en el resto, la violencia no resuelve nada.

Hace un rato saltaba la noticia de un suceso similar, que tenía como protagonista a una persona que ha sido un cargo público en España durante muchos años, y que por su responsabilidad, por el hecho de cobrar de nuestros bolsillos, debería de alguna forma dar ejemplo. Por supuesto estoy hablando del hit and run, en el argot anglosajón, de Esperanza Aguirre (ver noticia en El Mundo). Solo espero que no fuera verdad, que alguien rectifique y la noticia no fuera cierta o se hayan confundido los hechos, porque sinceramente me parece bastante grave que pasen cosas como estas.

En fin, llevaba tiempo con ganas de escribir alguna de mis reflexiones sobre lo importante que es mantener las formas y ser solidario al volante, que no significa ir lento, ni parar cuando tienes preferencia para que el resto pasen. Solo espero que alguno esta noche, mañana o la semana que viene, cuando coja el coche, se acuerde de esta entrada antes de tocar la bocina, de aludir a los progenitores del conductor del coche de al lado o no facilite las cosas a ese que señalando con tiempo suficiente se quiere cambiar de carril. Eso espero.

Fotografías de archivo: Continental Tyres | Diariomotor | Peugeot

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