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Un espectáculo tan emocionante como lamentable. Crónica del GP de Azerbaiyán 2017

Este Gran Premio debería haber sido nocturno. A una hora como los de Canadá, Estados Unidos o México, a una hora perfecta para verlo con amigos y unas bebidas de por medio. Incluso puedo entender que en tiempos de Twitter y demás redes sociales la compañía física sea menos imprescindible. Pero recordando friamente la victoria de Daniel Ricciardo en Bakú la imagen que dio el Mundial de Fórmula 1 este domingo quedó lejos de lo que uno puede esperar de la máxima categoría del automovilismo mundial.

La carrera empezó de manera sucia. Valtteri Bottas cometió un error de cálculo clamoroso llegando a la segunda curva y la peor parte se la llevó su compatriota Kimi Räikkönen. Ambos parecían perder ahí cualquier opción de un buen resultado, ante la longitud del trazado azerí y los daños en sus monoplazas. Pese a que se esperaban Safety Cars, nadie se esperaba ni la cantidad ni la aparición consecutiva de estos.

Para cuando Daniil Kvyat se quedó tirado en pista y Max Verstappen sufrió sus problemas de motor, camino de su cuarto abandono en ocho carreras, Red Bull ya había decidido llamar a boxes a Daniel Ricciardo. El Safety Car le daba la oportunidad de ganar puestos con la entrada en boxes de quienes le precedían. Sin embargo los de Milton Keynes fueron capaces de ver más allá y optaron por sacrificar esa ganancia a corto plazo: el australiano volvió a entrar y cambió así de compuesto. Se quitó de encima los blandos y montó un juego de superblandos nuevo clave para explicar su excelente ritmo una vez se quedó en cabeza, más allá de que el RB13 fuera bien en Bakú.

El caso es que ahí empezó el show. Primero, la torpeza de los comisarios del trazado de Bakú se demostró una vez más ante la eterna retirada del monoplaza de Kvyat. Luego las amarillas provocaron más amarillas, con inevitables toques en cada resalida y restos de fibra de carbono un poco por todo el circuito. Y el colofón final, el encontronazo entre Lewis Hamilton y Sebastian Vettel. Me da igual que el británico frenara más o frenara menos (al fin y al cabo la FIA le ha dado la razón). La acción del alemán es inadmisible. No se trata sólo de un toque, se trata de una agresión con la carrera aún neutralizada. Y encima nos toca soportar a Vettel por radio negando la mayor.

Sin embargo, sabía que no iba a haber bandera negra. No porque no la mereciera, sino porque la lucha por el título debe seguir viva pase lo que pase. Quedó claro en el GP de Bélgica de 2012 que hay dos varas de medir en Fórmula 1 y que dependen de si hay pilotos que luchan por el Mundial involucrados o no. Liberty Media ha añadido a ese principio una política de dejar hacer en lo deportivo. Que haya toques, piques y venganzas es bueno para el negocio, como bien saben en NASCAR. Los problemas de Lewis Hamilton con el reposacabezas dio la oportunidad perfecta de imponer una sanción aparentemente dura (‘stop and go’ de diez segundos) sin influir supuestamente en la pelea por el campeonato. Y el infractor terminó sacando dos puntos de ventaja a la víctima al acabar cuarto y quinto.

Al menos la remontada en grupo de estos y Bottas entretuvo a la audiencia en la segunda mitad de carrera, una vez se pudo reemprender la marcha. Ahí se desvanecieron las esperanzas de pilotos como Kevin Magnussen o Fernando Alonso, mientras Lance Stroll no sólo abría hueco sino que incluso se permitía seguir el ritmo de Daniel Ricciardo. Sin embargo en cuanto se quedaron con pista libre los Mercedes y el Ferrari de Vettel la diferencia cayó rápidamente, logrando Valtteri Bottas robarle la cartera ante la bandera a cuadros. ¿Importa? No mucho. El canadiense realizó un gran fin de semana en el escenario más improbable. Para pisar el podio tuvieron que caer los dos Ferrari, un Mercedes, un Red Bull, los dos Force India y hasta su propio compañero de equipo, pero es mucho más de lo que cabía esperar tras su horroroso inicio de temporada y sus escasas credenciales previas a la F1 (no, por favor, que nadie se escude en su título europeo de F3). Hay que felicitarle a él y a Williams, pero sin perder el norte. Felipe Massa estaba en disposición de lograr lo mismo o incluso más hasta que su amortiguador le dejó vendido.

Por lo demás, para lo loca que fue la carrera y las alternativas que permitió, hay más perdedores que ganadores en el paddock. El primero, el equipo Force India. Nadie se podía creer que las heridas de Canadá hubieran cicatrizado tan pronto y todo estalló por los aires en una resalida donde Ocon metió morro a Pérez, el mexicano cerró un poco, el francés insistió en el siguiente giro y los dos coches acabaron perjudicados. El sexto puesto de Ocon, luchando mucho por remontar tras la bandera roja, es poco de lo que sentirse orgulloso y esta vez en la atribución de culpas se lleva una mayor parte. Pero si el equipo tuviera una política clara sobre cómo gestionar la situación cuando sus pilotos se encuentren en pista quizá nada de esto hubiera ocurrido y otro podio podría haber sido suyo. Kevin Magnussen finalizó séptimo tras llegar a rodar en puestos de podio. Sin embargo lo increíble es que Haas tras año y medio en el Mundial de Fórmula 1 siga arrastrando graves problemas de frenos, hasta el punto de tener que oír a Romain Grosjean pedir por radio que velen por su seguridad y le paren ante la más mínima inquietud al respecto.

De forma consecutiva y en los puntos nos encontramos a los dos pilotos españoles, aunque con carreras diametralmente opuestas. Carlos Sainz empezó cruzado. Creo que no es nada exagerado, ni quita un ápice a su valía pensar que simple y llanamente se asustó al ver que Daniil Kvyat pretendía reincorporarse a pista a cierta velocidad tras la primera curva. Y el trompo del madrileño acabó con sus expectativas de un buen resultado. El octavo puesto le permite seguir acumulando puntos, pero el gran resultado que selle su pasaporte hacia un gran equipo sigue resistiéndosele. Por otra parte Fernando Alonso hizo lo que podía, como casi siempre, y esta vez el motor Honda aguantó hasta acabar noveno. ¿Algo que objetar? Con el 10º puesto de Pascal Wehrlein, que se tocó con su compañero Marcus Ericsson para demostrar ante los ojos del mundo que en Sauber no hay discrepancias de ningún tipo sobre el rol de sus pilotos, McLaren tiene ante sí la hercúlea tarea de remontar tres puntos al equipo suizo para evitar el último puesto.

Sin embargo el capítulo de perdedores queda sin cerrar si no mencionamos a Renault. La rotura de motor de Jolyon Palmer impide hacer sangre ante otro fin de semana decepcionante del británico, más ocupado defendiendo su reputación fuera de la pista que en ella, pero el error de Nico Hülkenberg cuando rodaba entre los cinco primeros es imperdonable, sobre todo cuando es ya reincidente en este tipo de acciones cuando se encuentra en puestos de honor (recordemos Brasil 2012). Por mucho que guste un piloto a la larga muchas veces queda demostrado que los equipos grandes rara vez cometen errores al dar preferencia a unos sobre otros.

Foto | Red Bull Content Pool y Scuderia Ferrari

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