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La mejor carrera de coches del mundo

Cierra los ojos y piensa por un momento en una competición del motor. ¿Ya? Probablemente por tu cabeza habrá pasado la Fórmula 1 o el Campeonato del Mundo de Rallyes… Quizás hayas visualizado a coches girando por ese óvalo tan característico de la NASCAR americana. Pero hay una competición que es la madre de todas y que, a pesar de no ser tan popular entre nuestras fronteras, es realmente apasionante, mágica, sensual, fascinante… Cualquier adjetivo se queda corto.

Nos remontamos a comienzos del siglo pasado. Mucho antes de que naciese la Fórmula 1. Entre 1900 se celebró la primera edición de la Gordon Bennett, entre Paris y Lyon. 500 kilómetros para una carrera épica de resistencia que posteriormente se citó en Austria, Irlanda y Alemania. En 1906, la carrera fue organizada por el recién fundado Automobile Club del Oeste y rebautizada como “Grand Prix de France”, en un circuito de 65 km cercano a Le Mans. Fue el germen de lo que hoy conocemos como las 24 horas de Le Mans.

Después de diferentes trabas económicas, años en blanco y una Guerra Mundial de por medio, en 1918, se rescató la idea de la construcción de un circuito permanente en Le Mans. Tras un lustro se celebró la primera edición de las 24 horas de Le Mans, como la conocemos hoy en día.

La premisa era sencilla: “Corramos sin parar hasta que el sol vuelva a estar mañana en este mismo punto”.

La carrera continuaba con la filosofía empleada en la Gordon Bennett: una prueba de resistencia para coches de calle. Estarás de acuerdo que, competir aquí, era todo un desafío a nivel tecnológico hace casi 100 años: imagínate 24 horas de máximo rendimiento para motores, suspensiones o neumáticos… Llegar a meta era casi un imposible. Hay cosas que, por suerte, no cambian. Y, a pesar de los avances y las mejoras en ingeniería y tecnología, los problemas mecánicos que sufrieron Toyota y Porsche en la última edición de 2014 también les llevó al abandono…

Tanta exigencia ha conseguido, inevitablemente, a elaborar técnicas que mejorasen la fiabilidad de los coches que competían en Le Mans y que, posteriormente, vimos aparecer en el mercado. Estamos hablando de elementos como los frenos delanteros, los limpiaparabrisas, los faros integrados, los frenos de disco o los cinturones de seguridad… En las últimas ediciones estamos viendo la aparición de soluciones diésel, híbridas y eléctricas, faros con técnica láser o neumáticos de bajo consumo y elevada duración… Soluciones que, con el paso del tiempo, las marcas comercializan en sus coches de calle.

Las 24 horas de Le Mans es, sin duda, la carrera más veterana y sensacional del mundial de resistencia.

Se cita de forma anual en el Circuito de la Sarthe, al noroeste de Francia. Un circuito gigante de 13,5 kilómetros compuesto por carreteras públicas de la zona y tramos del circuito Bugatti. En la pasada edición, reunió a más de 262.000 espectadores… Una cifra que queda bastante lejos, por ejemplo, de los más de 100.000 espectadores que llegan cada año al Gran Premio de Fórmula 1 de España.

50 coches, que compiten en 4 categorías diferentes, y que toman la salida a las 3 de la tarde. A partir de ahí, todo es una sucesión de idas y venidas, adelantamientos, accidentes y averías. Le Mans estaba pensada por y para coches de calle y así sigue siendo a día de hoy. Era y es un soplo de aire fresco para buscar innovación y desarrollo mecánico y técnico. En la categoría GT compiten desde varios Ferrari 458 Italia hasta Porsche 911, pasando por varios Corvette o Aston Martin. A sus mandos, algún piloto amateur, millonarios y bastantes cincuentones.

Cada categoría rueda a su ritmo, produciendo miles de adelantamientos y diferentes ritmos de carrera. En 1962 se introdujo la categoría LMP1 y LMP2 –Le Mans Prototipes o, simplemente, prototipos-, pensada para investigar futuras evoluciones que introducir en automoción. Y no ha sido en vano, modelos como el Jaguar D-Type, el Porsche Carrera GT o el próximo Nissan GT-R se gestan en esta mítica competición. Es en LMP1 donde juegan los grandes. Algunos ex del gran circo como Marc Webber, Alex Wurz, Sebastián Buemi y hombres extraordinarios como el gran Tom Kristensen –vencedor de nueve ediciones de LeMans-, Marc Gené o Anthony Davidson. Antaño, los nombres propios tampoco se quedaban atrás: Jean Bugatti, Carrol Shelby o Bruce McLaren se disputaban por ver quién veía antes la bandera a cuadros.

El piloto español Lucas Ordóñez nos contaba que es vital no perder la concentración un sólo instante.

Lo más importante en una carrera de 24 horas es la atención en todo momento. Los coches de las categorías inferiores llevan diferentes ritmos de carrera, y puedes “llevarte puesto” a un coche de otra categoría que, por ejemplo, utiliza diferente referencia de frenada. Al atardecer y durante la noche, se produce un cambio muy drástico en la luminosidad que, junto al agotamiento mental de los pilotos, puede llevar a meter la pata en cualquier momento.

Es un momento de mucha soledad. Cada equipo cuenta con tres pilotos, que se van alternando en función de sus habilidades al volante y la situación de carrera. Los pilotos no pueden permanecer en pista más de cuatro horas, aunque suelen cambiar cada tres horas. En las paradas suelen descansar algo. Eso sí, ante cualquier cambio en la situación de la carrera, deben estar preparados para entrar.

Lo que está claro es que no es mejor piloto quien más rápido va, sino quien más constante y eficiente es. Es decir, no importan tanto las vueltas rápidas, sino un promedio adecuado de tiempo por vuelta en cada stint, unido a una conducción eficiente de combustible, energía y neumático, que permita reducir el número de paradas.Los problemas mecánicos son inevitables en una carrera de resistencia. Es frecuente que se produzcan toques o averías. Pero, hay que sobreponerse a ellas para que nunca acaben en un abandono. El ganador de la pasada edición de las 24 horas de LeMans, el Audi #2, rompió el turbo, pero, en sólo 15 minutos, ¡los mecánicos lo cambiaron por uno nuevo!

Es verdad que las 24 horas de Le Mans es una carrera más del campeonato de resistencia. Pero no cabe duda que es la más importante y veterana.

Sólo las 24 horas de Nürburgring comenzaron su andadura casi medio siglo después. Por eso, ganar aquí tiene una repercusión mayor. Hasta tal punto llega esta convicción que algunos equipos emplean en Le Mans un tercer coche y pilotos de renombre para tener más probabilidades de llegar al primer cajón. Y, por presupuesto, por imagen… En Le Mans, se tira la casa por la ventana. Y el rey indiscutible a día de hoy es Audi, que ha ganado nueve ediciones en los últimos 13 años.

El ambiente en Le Mans es extraordinario. La gente hace camping por los alrededores del circuito, puesto que la capacidad hotelera de Le Mans es bastante reducida y suele completarse meses antes de la carrera por los compromisos de los equipos y patrocinadores… 262.000 personas venidas de toda Europa para disfrutar de una carrera de ensueño: una “convivencia del motor” afable, respetuosa y ordenada como pocas.

En los campings cercanos al circuito la gente acampa durante toda la semana para disfrutar de siete días de competición, gasolina y velocidad.

Tiendas de campaña, superdeportivos en los campings, barbacoas y multitud de familias con hijos pequeños, parejas y amigos que viven la competición en sus venas, de forma una forma tan civilizada que hasta produce envidia si has tenido la “mala suerte” de pasar tu estancia en un hotel. Una semana cargadita: los entrenamientos, la calificación, el drivers parade, las carreras previas… Además, la parafernalia alrededor de la carrera no se queda corta. Los fabricantes montan stands en las cercanías del circuito, donde hacen gala de sus supercoches y sus tecnologías. Exhiben los últimos modelos en estas pequeñas “atracciones de feria” para vivir toda la pasión de su marca. Conciertos en vivo, paseos en helicópteros, atracciones o salas de videojuegos…

Marc Gené nos contaba hace un par de años hasta dónde llegaba el buen ambiente en las proximidades del circuito mientras rodaba en la edición de 2013 a bordo del Audi R18… “Hubo un momento del atardecer en el que realmente lo pasé mal. Recuerdo que había una zona en las que se estaba acumulando niebla. Tenía muy mala visibilidad y yo decía, qué raro que haya niebla. Y al final descubrí que no era niebla, que era humo de las barbacoas de los aficionados. Lo detecté por el olor…”

En Diariomotor: 7 razones por las que amar las 24 horas de Le Mans | Historias de Le Mans: Marc Gené y su carrera más inesperada

Este artículo ha aparecido originalmente en la revista Curved, número 1. Curved está disponible en el Quiosco de iTunes o en el Play Store de Android, junto a otras doce revistas creadas por Mediazines.

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