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Por qué no debes ir con el cuchillo entre los dientes si no conoces el circuito: representación gráfica

Por fortuna, en el vídeo que vais a ver sólo hubo que lamentar que un Audi RS3 Sportback fuera declarado siniestro total. Pero podría haber terminado con una gran desgracia y pérdida de vidas humanas. En el vídeo, que podréis ver tras estas líneas, el compacto deportivo alemán surca a toda velocidad el Circuit Chimay, en Bélgica. Un antiguo circuito compuesto por vías públicas, en desuso desde 1972: tras glorias pasadas en competición, se ha convertido en un recinto para track-days y otros eventos. Y este vídeo es la representación gráfica de lo peligroso que resulta ir con el cuchillo entre los dientes si no conoces el circuito.

Si el circuito es nuevo para ti, no sobrestimes tus capacidades, ni las de tu coche. Recuerda que las leyes de la física no se pueden «doblar».

Un circuito es por definición más seguro que la carretera abierta. No hay coches en dirección contraria, hay amplias escapatorias y los límites los pone únicamente la pericia del conductor y la técnica de la máquina. Pero un circuito no deja de ser un lugar con peligros. Y especialmente peligroso es rodar rápido en un circuito que no conocemos, al igual que dejarse llevar más de lo debido por el corazón y la adrenalina – lo que comúnmente conocemos como «calentarnos». En ellos se alcanzan velocidades mucho más altas que en carretera, que alteran radicalmente las cualidades dinámicas de nuestro coche, como la frenada.

El conductor del Audi RS3 Sportback que protagoniza este artículo ejemplifica a la perfección lo que no se debe hacer en un circuito: no ser consciente del entorno. Momentos antes del accidente, el conductor circula a velocidades de en torno a los 250 km/h, acelerando como si la recta fuera infinita. En la curva ciega a derechas ya percibe que va demasiado rápido y deja de acelerar, pero el peralte y la transferencia de pesos juega en contra de una frenada efectiva. Apenas unos metros después, la carretera hace un giro de noventa grados a la derecha, mientras el Audi rueda a unos 200 km/h.

Ni los mejores frenos, neumáticos, controles electrónicos o pilotos podrían haber salvado el accidente: las leyes de la física, por desgracia, son irreversibles e implacables. El coche abandona la carretera en línea recta, y tras un breve vuelo, vuelca de forma estremecedora junto a los neumáticos que delimitan el circuito. El conductor tuvo suerte de estar en un coche moderno, con una excepcional seguridad pasiva, y tuvo suerte de no impactar contra árboles o edificaciones en su salida de pista. El habitáculo quedó aplastado, por fortuna dejando margen para la supervivencia de los ocupantes.

Todo esto no habría pasado si el conductor hubiese dado una vuelta de reconocimiento al circuito, y a continuación hubiese incrementado de forma gradual la velocidad y agresividad. No habría sucedido si hubiera tenido un poco de cabeza. Por suerte para él, podrá recordar para siempre esta dura lección.

Fuente: Carscoops

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