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Sobre Roberto Merhi y sus compañeros en Le Mans

Roberto Merhi dio un recital en su debut en las 24 Horas de Le Mans. No es por chovinismo, es así. El castellonense dejó en ridículo a pilotos mucho más experimentados en las difíciles condiciones bajo las cuales se dio inicio la prueba, entregando su coche tras cuatro horas con una ventaja de un minuto. Y luego, cuando todo estaba perdido, se dedicó a seguir volando y marcar la vuelta rápida de la categoría LMP2. Por eso entiendo la frustración de algunos aficionados al ver los errores de su compañero Matthew Rao o el ritmo de Tor Graves pero no la puedo compartir.

Lo primero que tenemos que tener claro es que Roberto Merhi este año no corre para ganar. Si llega alguna victoria será un premio. Hasta hace veinte días ni siquiera tenía sitio en Le Mans y sólo corrió allí porque Will Stevens prefirió competir con G-Drive, probablemente consciente de lo que le esperaba corriendo para Manor. Merhi corre para demostrar de qué es capaz en resistencia y convencer a un gran equipo de que su talento está por encima de los resultados en Fórmula 1 o los incidentes que tan fácilmente se viralizan y empañan la imagen de un piloto.

En Spa-Francorchamps ya avisó con un monstruoso relevo final y el espectacular adelantamiento a Filipe Albuquerque y en Le Mans más importante que su exhibición en el inicio de la prueba, entregando su coche con un minuto de ventaja tras cuatro horas de carrera, o la vuelta rápida de la categoría, es el ritmo que demostró. Roberto fue el único piloto de todo LMP2 que tuteó a René Rast. René Rast, ese piloto de fábrica de Audi que no corre en LMP1 porque tenían dos R18 y no tres. Por encima de Nicolas Lapierre, ganador de las dos últimas ediciones en LMP2. Muy por encima de Laurens Vanthoor y Filipe Albuquerque, pilotos de fábrica de Audi. Muy por encima de Ryo Hirakawa, protegido de Toyota. Muy por encima de Mathias Beche, piloto de Rebellion cedido a TDS by Thiriet para la ocasión. Y muy por encima de expilotos de F1 como Senna, Stevens, Van der Garde…

La velocidad está ahí, a la vista de cualquier interesado en fichar a uno de los mejores pilotos de LMP2 libres en el mercado. Ahora la tarea de Merhi es demostrar que también puede ser un piloto fiable, que se mantenga libre de problemas y sanciones tontas como las de Spa, al saltarse un semáforo en rojo que no vio, o Le Mans, al no respetar los límites de la pista en busca de la vuelta rápida. Y aunque es difícil, porque ha demostrado ser capaz de lo mejor y lo peor durante toda su carrera y eso forma parte del encanto que nos genera, eso ya disipará totalmente cualquier duda sobre su valía para pilotar un LMP1, un Fórmula E, un IndyCar o un GT de fábrica. Ello no depende del compañero con quien le toque compartir coche.

Aún así me veo en la obligación de defender a Matthew Rao. No es un gran piloto. Corre por lo que corre, porque su padre es un alto directivo de Airbus. Pero al igual que Tor Graves, no está fuera de lugar. Al contrario que LMP1 y GTE-Pro, LMP2 y GTE-Am son categorías ideadas para respetar el espíritu del ‘gentleman driver’ que compra o alquila coche y lo comparte con algún piloto profesional para poder fardar de triunfo el lunes en la oficina. Por eso el reglamento obliga a tener un amateur en el equipo. El problema viene cuando el reglamento se interpreta y moldea.

Originalmente cualquier piloto que cobrara de una marca ya era profesional. Pero llegó Nissan con su GT Academy y claro, un chico por muy bueno que sea en el simulador no puede ser colocado en la misma categoría que expilotos de F1. Luego desembarcaron los pilotos de GP2 que tras años corriendo en monoplazas y un carro de experiencia acumulada deciden cambiar de aires, no cumpliendo por palmarés los requisitos para dejar de ser considerados amateurs. Y a ellos se suman los gentlemen drivers con décadas de experiencia y tiempo de sobra para rodar. Ante todos esos tipos de pilotos, un amateur de verdad tiene poco que hacer.

Sumémosle a ello la problemática del equipo Manor. Con dos coches en el Mundial de Resistencia y uno solo en Le Mans, debía contentar a quienes pagan las facturas. Por ello montaron a dos amateurs (Rao y Graves) y un profesional (en principio Stevens, finalmente Merhi) en su único LMP2. Y eso obligó a Rao a heredar un coche líder frente a rivales como Stevens o Hirakawa, con quien estaba peleando cuando protagonizó su primer gran error, el trompo junto al puente Dunlop.

Pero fijaos en el tuit de David Heinemeier Hansson puesto algo más arriba. Rao no fue ni de lejos el piloto más lento de la categoría. La media de sus veinte mejores vueltas estuvo por encima incluso de las de Giedo van der Garde, Ryan Dalziel o Nicolas Minassian, pilotos de contrastada solvencia. Incluso se puede ver que Tor Graves fue un mayor lastre para Manor, errores de pilotaje al margen. Lo que realmente les deja en mal lugar es que FIA y ACO consideren amateurs a tipos como Gustavo Menezes o Roman Rusinov (que ganó el Mundial de Resistencia el año pasado). Pero frente a ellos, Rao dio el pego en Silverstone y Spa. Por eso cuando leí tanta crítica a Rao este fin de semana creí justo romper una lanza en su favor. Y creo que ello no deja en absoluto en mal lugar a Roberto Merhi.

Foto | FIA WEC – Adrenal Media

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