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Tres características clásicas de la Formula 1 que jamás verás

La Fórmula 1 ya no es lo que era: hasta Bernie Ecclestone dice que es una mierda. Tengo dos teorías de por qué nos parece tan mala ahora y no nos lo parecía tanto hace años, y la primera es que hace 10, 20 o 30 años no teníamos apenas acceso a la información como hoy tenemos. Hace 30 es lógico, todos lo sabemos, e incluso en España apenas veíamos algo de F1; hace 20 estábamos en pleno 1995 cuando un joven Michael Schumacher iba camino de ser bicampeón del mundo, y todavía nos faltaban ocho años para la llegada de la Alonsomanía. Hace 10 años vivíamos emocionados con la esperanza de tener, por fin, un piloto ganador en la Fórmula 1. Y no usábamos Twitter. La segunda razón es que los coches no son como eran antes, y jamás lo serán: vivimos una revolución, y como tal, el pasado tiene que desaparecer.

La revolución de la Fórmula 1 es la de los motores eficientes, la optimización de prestaciones, la tecnología híbrida y, si dejásemos que la tecnología siguiese su camino, las máquinas más perfectas de la historia. Pero hace falta introducir algo para que las carreras sean emocionantes: algo artificial que fuerce los errores o que deje espacio para la improvisación. Si fuese por tecnología, los coches serían equivalentes a un Williams de 1993: perfectos e invencibles. Mercedes tiene un monoplaza que parece una generación más avanzado que el resto, por eso para 2017 hay que meter la tijera. Sea como sea, nunca tendremos coches como los de antes.

Aquéllos coches eran exigentes, eran un reto para el piloto. Podían darle lo mejor, o dejarlos tirados a metros de la meta. Eran poderosos, ruidosos, sucios (los motores), y las suspensiones eran de todo menos confortables; la falta de agarre mecánico y de sujeción aerodinámica, la utilización de pésimos sistemas de frenos (comparados con los actuales), las suspensiones más artesanales… eran lo que ofrecían a los fans la épica de las carreras. El salto mental para un piloto de 2015 al ponerse a los mandos de un coche de carreras de 1950, 60, 70 u 80 es enorme: ¿cómo podían pilotar semejantes cosas?

Libertad «absoluta»

Eso ya no existe, ni de lejos. Ni siquiera en las categorías inferiores, ni siquiera en el karting existe libertad en algún grado. Hoy todo está profesionalizado al máximo nivel, cosa que no está mal desde el punto de vista del piloto que busca ganarse la vida con garantías, pero que a la vez es la guillotina de muchas carreras que se ven abocadas al fracaso cuando no hay dinero para sufragarlas. Sí, el dinero siempre fue un requisito para estar en Fórmula 1, incluso en las épocas doradas solo competían quienes tenían dinero y talento (Niki Lauda comenzó a base de poner dinero de préstamos personales, y comprar coches y puestos), pero era otro dinero, y otros tiempos. Un piloto podía comprar un coche, pagar lo necesario para correr, y formar parte de la parrilla de un Gran Premio sin cumplir muchos requisitos en cuanto a prestaciones.

Hoy nos quejamos de los pilotos de pago, pero el problema no son ellos, sino la excesiva profesionalidad del mundillo, un mundo en el que los equipos son empresas que trascienden la competición y que tienen las manos atadas, muchas veces, por deudas, patrocinios o acuerdos comerciales. Lo que era hace 40 años, jamás podrá volver.

Y un paddock tan polvoriento como el de la clásica foto que ves arriba, menos todavía.

Motores dominantes, o mejor dicho, el dominio de los motores

El dominio de los motores sobre todas las demás cosas, no volverá. No sabría decir a ciencia cierta que los motores (solo motor de combustión, se entiende) hayan sido en algún momento el elemento clave para destacar por encima de todos los otros elementos del coche, pero sí que fueron parte muy importante. Hoy ya no se puede hablar, siquiera, de «motor», sino de unidad de potencia. Y la unidad de potencia es lo que, al final, marca la diferencia junto al resto del paquete. Los tiempos en que un motor suplía las carencias en otros sentidos hace mucho, mucho tiempo que quedaron atrás. Y las frases que quedan para la historia como la atribuida a Enzo Ferrari «La aerodinámica es para quienes no saben construir motores», no solo están fuera de la realidad actual, sino que son de lo más anacrónico y, diría, pasado de moda.

Los tiempos en que a un señor se le metía en la cabeza construir un motor V12 monstruoso, potente a la vez que pesado, que consumía demasiado y que, eso sí, sonaba de tal forma que te hacía estremecer, jamás volverán. Tampoco volverán esas decisiones tomadas con el corazón y el orgullo, y no con la cabeza y la astucia de adelantarse a la tecnología. Pero no quiero hablar mal del señor Ferrari: seguro que entendéis que una época así no tiene sentido hoy en día, y por eso queda como parte de la Historia.

‘Big balls’

Ya no tendremos más pilotos así. Ni siquiera Kimi Raikkonen puede apenas acercarse al estilo de antaño, cuando los pilotos tenían más libertad (relativa, pero sin duda más que hoy en día) y más personalidad. Desde el lugar del público, un James Hunt es alguien irrepetible, y el corporativismo actual, la extrema competitividad empresarial y la exhaustiva preparación física y psicológica, además del increíble nivel de seguridad existente hacen completamente imposible que una escena como la que vemos arriba se repita. No tendremos héroes, jamás, y las ‘big balls’ nunca tendrán el mismo significado que en una época en la que quien abusaba de ellas, posiblemente no lo contaba.

Sea como sea, todo tiene que evolucionar, y a la Fórmula 1 puede que le queden por delante unos pocos años de revolución, de sentar bases para algo mejor, pero seguro que los buenos tiempos regresarán. Lo harán, pero será de otra forma. Siempre pasa.

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