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Renovarse o morir. La única opción del Dakar sudamericano

No se puede permitir otra edición con Argentina como único sustento. Eso es algo que la ASO tiene claro. A pesar de que a los enamorados a los rallyes nos encanta ver a los participantes del raid más duro del planeta afrontando especiales similares a las que integran las pruebas del Mundial de Rallyes, el Dakar no es eso y por ello precisa de la introducción de otros países y otros paisajes antes de que se tome una inevitable decisión de volver a cruzar el charco.

No nos engañemos, no es sencillo. Los cánones exigidos por la ASO son dignos de la Fórmula 1 y no todos los países pueden permitírselo y menos aún tras desastres naturales en los que los primero son las personas antes de la competición. El Dakar sudamericano no es sólo Argentina, por mucha pasión que tengan los hinchas fierreros o lo bonito de sus pistas, sino que también necesita de las dunas de Chile, que a pesar de ser distintas de las de África han demostrado ser una alternativa digna.

Para 2017, Etienne Lavigne está dispuesto a otorgar un gran peso a los chilenos. Nada de repetir bucle con inicio y final en Argentina, sino que se le daría a Chile la gran fiesta del inicio con el fin de volver a tenerlos dentro de nuevo del recorrido después de la obligada salida del país por los desastres naturales que le han azotado en los últimos meses. Si la opción de regresar a África (concretamente al sur) está más viva que nunca, un regreso a corto plazo, en 2017, todavía parece precipitado.

A pesar de estas negociaciones con África, nosotros mantenemos expectativas de poder generar un nuevo y atractivo recorrido sudamericano para el año próximo. Por eso reabrimos el diálogo con Chile, ampliamos nuestras conversaciones con Paraguay y Uruguay y, en menor medida, con Perú. Atacama era el corazón de la competencia, pero espero que podamos reabrir la puerta de Chile con una oferta para poder hacer la salida en su territorio por primera vez.

Con Brasil pasando su peor momento económico y con conversaciones abiertas con otros países como Paraguay o Uruguay, la carrera sudamericana debe renovarse o está destinada a llegar a perder a los aficionados tradicionalistas que todavía resisten a pesar del gran cambio en la carrera. Las etapas de montaña, de fesh-fesh o las rápidas especiales son entretenidas, pero el Dakar no puede vivir sólo de eso. Ni tampoco soñar con un utópico Dakar norteamericano.

Otra historia es la poca lógica que tienen etapas prólogos como la de ayer, entre dos grandes ciudades, con largas rectas en las que se alcanzan grandes puntas y sabedores de que la gran pasión que sienten los argentinos por el automovilismo iba a hacer que los 11 kilómetros contra el cronometro estuvieran atestados, llevando a muchas complicaciones de seguridad. Las  prólogos, con mucho público se hacen en especiales cortas, controladas y con acceso de los aficionados desde puntos seguros.

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