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La Triple Corona de Fernando Alonso: más cerca pero igual de complicada

El triunfo de Fernando Alonso y Toyota en las 24 Horas de Le Mans este pasado fin de semana ha disparado lógicamente la euforia. El español vuelve a escribir su nombre en la historia del automovilismo al acceder al palmarés de una de sus pruebas con mayor solera y ya tiene dos de los tres componentes de la Triple Corona, convirtiéndose en aspirante de pleno derecho a igualar el logro de Graham Hill. Sin embargo conviene rebajar los ánimos.

Quizá por la buena actuación de 2017 los aficionados le han perdido cierto respeto a Indianápolis. Fernando Alonso fue muy competitivo en su única participación hasta el momento. Él dejó claro por radio que se veía con posibilidades de ganar antes de que reventara su motor Honda, terminó imponiéndose uno de sus compañeros de equipo (Takuma Sato) y la afición, que llevaba tanto tiempo viéndole arrastrarse en Fórmula 1 con los lastimosos frutos de la asociación McLaren-Honda, se entusiasmó.

Pero como ya expresamos en Diariomotor Competición antes de que Fernando Alonso debutara en Indianápolis, las 500 Millas tienen poco que ver con los tiempos en los que Jim Clark o Graham Hill desembarcaron allí con sus revolucionarios Lotus y destrozaron a la competencia local. Hasta la entrada del nuevo siglo, si tenías el mejor coche y la fiabilidad te respetaba, ganabas. Hoy en día no es así.

La IndyCar ha pasado a ser una categoría monochasis y con sólo dos motoristas. Hay equipos con hasta seis monoplazas. Resulta muy complicado obtener una ventaja competitiva clara el día D. A ello se suman las variantes estratégicas y las banderas amarillas. El resultado es que a la víspera del Memorial Day llegan doce o quince pilotos creyéndose candidatos reales a la victoria y aunque tengas el mejor coche y la prueba teóricamente controlada, siempre te puede salir un rival inesperado por el córner. Pensemos en Alexander Rossi en 2016, en J.R. Hildebrand o Dan Wheldon en 2011, en como Oriol Servià, Stefan Wilson y Jack Harvey se encontraron en cabeza este año a pocas vueltas de la bandera a cuadros…

Resulta frívolo cuando hablamos de Le Mans y Mónaco (o en su defecto el Mundial de Fórmula 1), pero en estas otras dos etapas de la Triple Corona, si dispones del mejor coche durante varios años terminas ganando. En Indianápolis, prueba que posiblemente se ve más asequible por los estragos del ‘split’ noventero y la ristra de ganadores de bajo nivel propios de la IRL, nadie te garantiza que llegarás a la vuelta 199 con opciones. Will Power ganó este año tras 11 participaciones, diez de ellas con Penske, el mejor equipo de la parrilla. Scott Dixon sólo cuenta con un triunfo tras 16 años corriendo para Ganassi. Tony Kanaan tardó doce años en colocar su narizota en el Borg Warner Trophy. Y podría seguir…

A la dificultad propia de Indianápolis se suma la falsa sensación de seguridad que da el buen rendimiento de Fernando Alonso allí en 2017. Tenía el motor más competitivo (aunque menos fiable), corría para el equipo que mejor venía rindiendo los últimos años y al fin y al cabo terminó ganando un compañero de equipo. Con los nuevos aerokits introducidos en este 2018 no sólo se ha vuelto a barajar las cartas, sino que además ha cambiado el rendimiento de los monoplazas. Son mucho más puñeteros, más complicados de conducir. Alonso tendrá que readaptarse. Y encima no tendrá garantizado el mejor conjunto desde el día uno. Y en 2021 cambiarán los motores

Es indudable que Fernando Alonso está más cerca de la Triple Corona hoy que el pasado viernes. Pero no debemos subestimar la magnitud del reto. No alcanzar ese objetivo no sería ningún fracaso. La historia ya está escrita y desde aquí se lo agradecemos.

Foto | Toyota GAZOO Racing

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