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Los proyectos W16 de Volkswagen anteriores al Bugatti Veyron

Al término del siglo pasado, Volkswagen quería hacer algo inaudito con el propósito de demostrar a competidores, accionistas y clientes pudientes su hegemonía tecnológica, al mismo tiempo que llamaba la atención de todo el mundo sobre lo que no dejaba de ser una acción con un gran componente publicitario y mercadotécnico: construir un motor W16 que fuese instalado en un superdeportivo, el gran capricho de su director ejecutivo, Ferdinand Piëch (aunque su idea inicial fuese uno con 18 cilindros).

Veyron: el plan definitivo para relanzar Bugatti y dar vida al motor W16

A diferencia del propulsor V24 de Mercedes, lo consiguió. Al fin y al cabo, por aquel entonces, a los de Wolfsburgo les sobraba el dinero para materializar semejante locura. Posteriormente, esa inmensa máquina, con 8 litros de cilindrada y más de 1.000 CV de potencia, se equipó en el Bugatti Veyron. Sería el archiconocido modelo biplaza con el que Grupo Volkswagen relanzaría la firma francesa (de origen italiano y establecida en antiguo territorio alemán) que adquirió en 1998, tras su segunda quiebra a manos de Romano Artioli, “padre” del EB110.

Sin embargo, previa compra de Bugatti y casi un lustro antes de que el Veyron viese la luz (se fabricarían 450 unidades entre 2005 y 2015), los germanos ya tenían listo el bloque con 16 cilindros de producción artesanal que, pese a su evolución, hoy en día continúa impulsando al Chiron. Así, el primer “hypercar” galo no fue la única opción para dar vida a uno de los proyectos más ambiciosos de su historia.

Piëch, nieto del fundador de Porsche, pensó antes en un Bentley y en un Audi como dos posibilidades factibles, aunque no fuesen las alternativas ganadoras a la postre y quedasen relegadas al olvido (tal y como pasó con el Volkswagen Nardò, una fantasía rodante con propulsor W12 que, como estos, terminó siendo un prototipo). Este breve artículo va dedicado a ellas.

El motor W16 estuvo listo mucho antes que el Bugatti Veyron, coche que tendría varias apariencias, entre 1998 y 2005, antes de la definitiva.

Bentley Hunaudières: soñando con Le Mans

El primer concepto que se trasladó de los esquemas a la realidad y la funcionalidad fue el Bentley Hunaudières, un bólido inspirado en los coches que competían en carreras de resistencia a finales de los años 90, pero sin renunciar a la elegancia por la que se caracterizaban los automóviles de calle de la marca británica, recién adquirida por la Volkswagen más próspera. Presentado en Ginebra en 1999, esta joya sobre ruedas, cuyo nombre hace referencia a la recta más larga y famosa del Circuit de la Sarthe, allá donde se disputan las 24 horas de Le Mans, fue el primer superdeportivo W16.

Aunque usar 16 cilindros en un turismo no era nada nuevo, pues Cadillac ya lo había hecho en 1930 y Cizeta recuperó la idea en 1988, el bloque W16 de este Bentley producía 620 CV a 6.000 rpm sin recurrir a los cuatro turbocompresores que sí se usaron en el Veyron. Además, el Hunaudières contaba con la particularidad de llevar incorporada una transmisión manual con 5 relaciones y una quinta marcha muy larga que le permitía alcanzar 350 km/h de velocidad punta teórica.

La primera versión del W16 era atmosférica y rendía un máximo de 620 CV de potencia. Se le iba a conceder a Bentley, pero todo cambió.

Audi Rosemeyer: homenaje a la velocidad

Una vez la firma inglesa fue dotada con el motor W12 desarrollado para el ya citado Nardò, aunque en posición central-trasera en vez de central-delantera como todos los Bentley modernos, el Hunaudières, que fue único por ese motivo, fue descartado para su producción y posterior venta. Es entonces cuando, en el año 2000, debuta el Audi Rosemeyer, un vehículo conceptualmente similar al primero, pero con una revisión del impulsor 8.0 W16 que entregaba 710 CV y se asociaba al sistema de tracción integral quattro, así como a una caja de cambios manual con 6 marchas.

Diseñado por Stefan Sielaff, el Rosemeyer mostraba un aspecto más evocador que el primero que había propuesto Walter da Silva para el Bugatti. Además, al igual que el modelo francés con Pierre Veyron (1903-1970), su denominación rescataba el apellido de un mítico piloto alemán, Bernd Rosemeyer (1909-1938), íntimamente vinculado a Audi durante sus comienzos como Auto Union, al igual que Tazio Nuvolari.

Ese hombre falleció poco después de lograr un récord de velocidad: 430 km/h. ¡Eran 70 más de los que podía lograr este prototipo 62 años después! Con todo, el “concept car” con el que se le rindió homenaje no fue en balde, pues la empresa de los cuatro aros se inspiró en lo que había creado para sentar las bases del icónico R8, coche que iniciaría su fabricación y comercialización en 2007 con un propulsor V8 y, seguidamente, un V10. Entre medias, se pudo ver el Audi Le Mans quattro como punto de aproximación.

Bernd Rosemeyer no conocía el miedo y ello le costó la vida, pero su apellido sirvió para bautizar al verdadero «abuelo» del Audi R8.
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