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El drama del biocombustible: en EEUU los coches ya consumen más maíz que el ganado

Generalmente, de cada 10 hectáreas de maíz plantadas en suelo norteamericano, solo 2 se destinan a la alimentación humana directa. Las 8 restantes suelen utilizarse de forma más o menos equitativa para la alimentación del ganado y para la producción de etanol. O al menos así funcionaban las cosas hasta ahora.

Frente a los 127 millones de toneladas de maíz que se destinaron al engorde animal, 128,27 millones vieron el final de sus días en la cámara de combustión de un motor

La publicación Scientific American se hacía eco la semana pasada de un dato estremecedor: entre agosto de 2010 y el mismo mes de 2011, la industria del biocombustible estadounidense utilizó más maíz para la producción de bioetanol del que se destinó a la alimentación del ganado (y por lo tanto, aunque indirectamente, a la alimentación humana).

En cifras reales, tenemos que frente a los 127 millones de toneladas de maíz que se destinaron al engorde animal, 128,27 millones vieron el final de sus días en la cámara de combustión de un motor. Aunque la diferencia pueda parecer mínima, la realidad es que 1,27 millones de toneladas de maíz pueden dar de comer a mucha gente.

Conceptos básicos para entender el problema

Doy por hecho que muchos lectores no entenderán el origen de mi alarmismo, e incluso puede que vean en estos datos el triunfo que las energías renovables tanto necesitan. Nada más lejos de la realidad.

Antes de continuar debo aclarar la importancia de los cereales para la alimentación de la humanidad. A pesar de que pueda parecer que sólo suponen una parte marginal de nuestra dieta, la realidad es que los cereales son la base alimenticia de todos los pueblos del mundo, y su precio es el punto de partida a la hora de establecer el de otros productos derivados tan básicos como el pan, la harina, los huevos, la leche o la carne.

Cada día mueren en el mundo de inanición unas 24.000 personas, de las cuales un 75% son niños menores de 5 meses

El maíz en particular supone la base nutricional de muchos pueblos suramericanos, así como la del ganado de casi todos los países del mundo. Precisamente por eso, el aumento de la demanda de este tipo de grano como fuente para la generación de combustible implica una subida directa del precio de los alimentos, lo que en la situación económica actual solo supone una dificultad añadida para la supervivencia de muchas familias.

Cada día mueren en el mundo de inanición unas 24.000 personas, de las cuales un 75% son niños menores de 5 meses, según datos del Proyecto Hambre. Por desgracia, estamos tan acostumbrados a oír estas cifras tan aterradoras que ya ni siquiera nos sorprenden. Pero la realidad es que detrás de cada cifra hay una persona, una trágica historia que habla de una lucha perdida, y una realidad que jamás entenderemos si no nos toca vivirla.

No parece demasiado coherente quemar la comida que otros ni siquiera pueden comprar mientras seguimos aumentando su precio, disminuimos su nivel adquisitivo y reducimos sus posibilidades de supervivencia. Y desde luego, esta no parece una práctica a alentar por el gobierno de ninguna nación. ¿Pero cómo si no hemos llegado a esta situación?

Subvenciones: el origen del problema

Puede parecer extraño subvencionar la exportación de un producto si esto te obliga a importar uno similar a un precio mucho mayor. Sin embargo, en su propósito de lucha contra el biocombustible fabricado en Brasil a base de caña de azúcar, mucho más barato y eficiente, la Administración Obama subvenciona con 45 centavos cada galón de bioetanol de maíz producido en el país (unos 8,72 céntimos de euro por litro). En total, 6 mil millones de dólares anuales.

La producción de bioetanol en EE.UU. recibe una subvención anual de unos 6 mil millones de dólares

Como consecuencia de este dato, al año se exportan en EE.UU. 397 millones de galones de bioetanol (1502,8 millones de litros), al mismo tiempo que se importan gasolina y diésel a un precio mucho mayor. Un negocio poco ético y que además da pérdidas.

Numerosos estudios llevan años alertando acerca de los peligros de estas prácticas. El biocombustible solo será una alternativa inteligente y eficaz frente a otro tipo de combustibles si proviene de fuentes responables, como algas o biomasa. ¿No resultaría mucho más beneficioso destinar esos 6 mil millones de dólares anuales a la investigación y el desarrollo de nuevas fuentes de energía renovables?

Definitivamente, el bioetanol de maíz no parece formar parte de la movilidad sostenible que la sociedad busca, y es deleznable que se siga potenciando su uso aun siendo conscientes de los problemas que acarrea.

Fuente: Scientific American
Fotos: Sweeter alternative (I y III) | Flydime (II)
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