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La fauna de la maniobra de aparcamiento, o cómo aparcar en línea a toda costa

Las historias de aparcamiento casi podrían dar para completar una tesis doctoral. Seguro que todos vosotros tendréis las vuestras, de una u otra manera. Y es que muchas veces da igual que aparquemos en línea nuestro coche en un espacio más que holgado, porque aunque sobren dos metros siempre estará el típico conductor descuidado (por llamarlo de alguna manera sin tener que perder el respeto) que no se detendrá en su maniobra marcha atrás hasta que toque con nuestro paragolpes. “¿Espejos retrovisores? ¿Qué es eso?”

La Ley de Murphy, que le llaman. También está el típico conductor y/o pasajero que, al aparcar en batería, abrirá la puerta del coche noventa grados y en banda, golpeando la puerta del coche contiguo y dejándonos un bonito raspón (a veces con pequeño bollo incluido). Y mira que tenía espacio de sobra para salir… Y después está el peor todavía, el reincidente no arrepentido, aquel que al ver la acción y recriminársela poco menos que cree que estás loco, “si sólo ha sido un toquecito de nada…

Seguro que muchos de estos arquetipos aparcatorios os suenan, y es que ¿a quién no le ha pasado alguna vez algo así? La cosa se complica todavía más si vives en una gran ciudad con problemas de aparcamiento, de esas en las un sitio libre para aparcar es más raro de ver que un repartidor de pizza con su Vespino parado en un semáforo. En estos casos, no es raro ver a varios conductores con problemas porque “yo vi el sitio primero”, o porque “yo ya estaba maniobrando para aparcar”.

Y dentro de estos casos también está el que cree que en un espacio libre de 4,5 metros podrá meter su coche de cinco metros de longitud. ¿Que no hay hueco? Pues se hace a base de golpes. Esos cálculos del espacio a ojo tan precisos y optimistas…

Lo curioso es que muchos de estos conductores terminan “colocando” como pueden su vehículo, aunque eso sí, casi siempre a base de golpes y más golpes en cada maniobra, hacia adelante y hacia atrás. Si eres uno de los desafortunados que tenía su coche aparcado justo detrás, reza porque no haya sido un gran SUV o un coche con bola de remolque: tu paragolpes y tu matrícula te lo agradecerán.

Vaya este pequeño alegato por un aparcamiento un poco más cuidadoso: es algo que no cuesta nada de esfuerzo y nuestro coche (y los coches ajenos) nos lo agradecerán. Un ejemplo de este último caso, aparcar a base de golpes hasta lograr encajar el vehículo en el hueco disponible, lo tenéis en estos vídeos. Sí, en Nueva York (siguiente vídeo) tiene que ser complicado aparcar, muy complicado, pero ¿de verdad es necesario aparcar así? Si yo fuera el propietario de uno de estos coches sufridores pensaría en “Dios, dame paciencia, porque como me des fuerzas…

Fuente: Youtube
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