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La historia de la semana: Jean Alesi y la promesa a Frank Williams

La historia de Jean Alesi es conocida por una gran parte de los aficionados al mundo de la Fórmula 1. Tras debutar con Tyrrell en 1989 y dejar buenas impresiones sobre todo el año siguiente, recibió una oferta del equipo Williams. En ese momento, el equipo era uno de los equipos de segunda fila, claramente por detrás de los históricos McLaren y Ferrari aunque junto con Renault, buscaban desafiarles. Pero una oferta de Ferrari, el equipo en el corazón de Alesi, lo cambió todo. Frank Williams aceptó la cancelación de un contrato que estaba firmado pero a cambio, hubo una promesa…

Joven piloto debuta en la categoría reina. Debutante impresiona y se convierte en promesa de futuro. El prometedor deportista recibe una tentadora oferta de uno de los equipos con más proyección del momento. Poco después llega una oferta del equipo de sus sueños y el joven cambia de opinión. Después de todo, ¿quien no habría ido a Ferrari tras el competitivo 1990? Casi parece el argumento de una película de Hollywood. Para Alesi fue un error desde el punto de vista deportivo aunque no tanto en lo personal.

Así podría resumirse la carrera del francés entre 1989 y 1990. A mediados de ese último año, el francés era ya considerado como un diamante en bruto a pesar de tener menos de veinte grandes premios a sus espaldas. Varios equipos le pretendían y Ken Tyrrell sabía que él no podía darle lo que otros grandes como Williams en primera instancia y Ferrari luego. La primera oferta fue la de los británicos. Alesi, sin esperar nada de nadie más, la aceptó sin dudarlo.

Tanto es así que de hecho, Alesi llegó a firmar un contrato con Williams para la temporada de 1991. El objetivo de toda una carrera deportiva estaba a punto de cumplirse. Pero las cosas en la Fórmula 1 cambian a la velocidad de la luz -o por lo menos, a la velocidad que permiten los monoplazas- y una oferta de Ferrari sacudió lo que parecía un mercado cerrado. Jean Alesi iba a ser piloto de Williams pero tras el Gran Premio de Gran Bretaña, Nigel Mansell anunció su retirada -que acabó «solo» en marcha de Ferrari- y de golpe y porrazo, en la Scuderia necesitaban a un segundo piloto.

Si correr para Williams habría sido cumplir el objetivo deportivo, la opción de Ferrari era el sueño de toda una vida para Alesi. Jean Alesi, cuyo nombre real era de hecho Giovanni Alesi, es hijo de un mecánico siciliano y creció con las historias de Ferrari acompañándole durante su infancia. Aunque ya había un contrato con Williams, la opción de Ferrari era tan emocionante a nivel personal como interesante desde el punto de vista deportivo. A fin de cuentas, en 1990 Ferrari estaba luchando por el campeonato, mientras que Williams estaba aún un poco lejos de cabeza.

Alesi, que es un hombre tan honesto como justo, decidió ir a hablar con Frank Williams y le planteó la situación. Aunque había firmado un contrato con él, la oferta de Ferrari era algo demasiado bueno para dejar escapar. El francés le confesó sus sentimientos a Williams; ser piloto de Ferrari había sido su sueño desde que era niño. No tenía nada que ver con los prospectos de futuro. Jean quería escuchar a su corazón y este le decía que en 1991 tenía que ir vestido de rojo. El jefe del equipo británico fue comprensivo y permitió la disolución del contrato… aunque puso sus condiciones.

La primera, previsiblemente, era económica. Si Ferrari quería tener a Alesi, tendría que pagar cuatro millones de dólares. La segunda, fue una petición que hizo direcamente a Alesi: «Mira, puedo aceptar tu petición pero a cambio… quiero un Ferrari de Fórmula 1». Así, sin anestesia. Williams le pedía a un joven piloto con apenas un año de experiencia en la categoría reina que consiguiera que la Scuderia Ferrari le regalara un coche. Pero Alesi le dio su palabra. Habló con Ferrari y les intentó convencer para hacerlo.

Evidentemente, había varios inconvenientes y es que si Ferrari le regalaba un coche de 1990 a Williams, estos podían estudiar el coche y usarlo para mejorar. Pero ese no era el objetivo de Frank Williams, que como competidor justo y honesto, tenía -y tiene- un gran respeto por sus rivales. En su cabeza, no había honor más grande que lucir un coche rival en su museo. A finales de año, un misterioso paquete llegó a Didcot… pero no contenía un coche. Jean Alesi mandó unas botellas del mejor champán francés para agradecerle a Frank Williams su colaboración.

Pero en 1993 y con el Ferrari de 1990 ya desfasado, el monoplaza llegó finalmente a la base de Williams. Se trata del chasis 119, la quinta de las siete unidades del modelo 641 usado en la temporada de 1990. El coche cumplió principalmente funciones de coche de reserva así que no tenía un gran palmarés. Aún así, Williams lo recibió con ilusión y lo puso en un lugar preferente en su museo. Allí estuvo durante más de diez años antes de ser subastado y acabar cambiando de manos, volviendo a rodar, como le corresponde a un purasangre italiano.

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