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Control Stop. Los Reyes de Mónaco, Sébastien Ogier y Ayrton Senna

No se le podía escapar. A pesar de los problemas de frenos iniciales, Sébastien Ogier se mostró completamente decidido desde el primer momento hacia encaminar la que podía ser su octava victoria en el Rallye de Monte-Carlo. Profundo admirador de Ayrton Senna, por lo que para el francés pasar a la historia como el rey de la cita monegasca junto a su homólogo de la Fórmula 1 era un acicate todavía mayor para lograr un triunfo más en esta anómala edición de la prueba, la más corta en los 110 años de historia de la carrera. Todo acabó igual que en las otras siete ocasiones, levantando el dedo al cielo del Principado, sujetando con su mano izquierda la de su copiloto y luciendo seguramente una gran sonrisa tras la mascarilla… y con Jari-Matti Latvala celebrando por primera vez uno de sus triunfos como si fuera propio.

El de Gap era consciente que puede que no tuviera más oportunidades para lograr el record en solitario por delante de Sébastien Loeb, por lo que un año más junto a Julien Ingrassia se puso el mono de trabajo e hizo una actuación casi perfecta en la que únicamente desentonó el pinchazo y el pequeño trompo que tuvo en la tarde del viernes. Hasta eso hizo bien el francés de Toyota, ya que a pesar de la dificultad que suponía el conducir en llanta en la zona más resbaladiza, el heptacampeón logró salvar la papeleta sin apenas ceder segundos, en una de esas pocas oportunidades que suele dar Seb a sus rivales y que en esta ocasión no fue aprovechada por Elfyn Evans.

A partir de ahí se mostró intratable. Como en los viejos tiempos. Contundente el sábado y domingo sin fisuras, mientras que el resto cedían tiempo o se hundían por los pinchazos. Seguramente Evans soñó con un problema de última hora que le abriera las puertas de su primer Monte-Carlo, sin embargo, este rally, al igual que el Dakar, elije a sus ganadores y en el caso de Ogier, sin duda le ha cogido cariño. Como solemos repetir tras cada gesta de Sébastien e Ingrassia en casa, no puede ser casualidad que en una cita con tantas trampas y elementos que escapan de tu control hayan salido tantas veces victoriosos.

Pudo ser peor para Thierry Neuville, el cual, al igual que Dani Sordo, tuvo un inicio de prueba muy caótico y sin apenas confianza. Si en el caso de Sordo fue el diferencial trasero lo que le restó competitividad al inicio y después una monta de neumáticos del viernes que no dio resultado, la situación del belga fue incluso más comprometida al tener que amoldarse a Martijn Wydaeghe, su nuevo copiloto tras la ruptura profesional con Nicolas Gilsoul. El tercer puesto y los dos puntos de la Power Stage son un pequeño alivio, aunque sus grandes actuaciones en los tramos más delicados en cuanto agarre parecían anunciar que hubiera optado a un resultado mejor en condiciones más convencionales de gestión propia y del equipo.

Supo a poco el quinto de Dani Sordo y Carlos del Barrio, especialmente sabiendo que era la despedida del dúo cántabro. A partir de la próxima cita, seguramente Estonia, será Borja Rozada el que se siente en el asiento derecho del Hyundai, pero desde luego el fin de semana dejó un sabor amargo para la pareja tras la competitividad mostrada en Monza el año pasado en unas condiciones también muy complicadas. Queda por ver en el equipo si se podían haber tomado mejores decisiones en cuanto a la estrategia de gomas, ya que ni el viernes, ni el domingo funcionó la alternativa adoptada por ellos.

Mención aparte, el nuevo inicio a contracorriente de Ott Tänak y Martin Järveoja. Los estonios vuelven a tener que remar desde el inicio, con un cero en el casillero que tendrá mayor o menor incidencia dependiendo de las pruebas que finalmente se puedan celebrar este año. En 2020 le costó buena parte de sus opciones, por lo que deberíamos ver una versión al ataque en los próximos eventos por parte del de Hyundai. Los 22 puntos de diferencia en el apartado de marcas tras un fin de semana seguro que tampoco han agradado demasiado a Andrea Adamo.

La dramática perspectiva de M-Sport en 2021: 

La perspectiva para M-Sport Ford WRT es bastante más cruda. El accidente de Teemu Suninen en el primer tramo responde a la necesidad de los pilotos de arriesgar para conseguir buenos resultados, algo que en el caso del finlandés se resumió en su paso fugaz por el primer tramo y en un descontento de Richard Millener inicial que seguramente se fue enjugando al pensar en frío acerca de la situación actual de la estructura británica. Es difícil pedir a los pilotos conseguir resultados con un coche que está lejos del nivel competitivo de Toyota o Hyundai, así como su presupuesto disponible… Es más difícil aún el pedir a un joven piloto que no salga a demostrar su rapidez cuando acaba de ver que su compañero, el talentoso Esapekka Lappi, se acaba de quedar en casa por no querer subvencionar su asiento. El error/accidente, cosas del Monte-Carlo.

De ahí que la única alegría que se pudo ver en M-Sport fue precisamente el segundo puesto conseguido en WRC2 por Adrien Fourmaux. A partir de ahí, les crecieron los enanos, comenzando por la mala meteorología en la asistencia de Gap, la polémica con su servicio de catering contratado o la frustración vivida por Gus Greensmith. El británico fue uno más en la lista de jóvenes a los que les tocó sufrir la dureza que supone el competir en estas condiciones. Pierre-Louis Loubet, Takamoto Katsuta, incluso los prometedores Oliver Solberg y Marquito Bulacia. Todos tuvieron sustos, algo que sumado a que se trataba de un evento “sin público” presente, significaba que no había prácticamente lugar para el error. Palabras mayores cuando hablamos de esta fecha histórica.

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