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Desmontando mitos: aunque no te lo creas, conducir deportivos no siempre es tan divertido como parece

Hace unos meses os hablábamos de los mitos y realidades de ser probador de coches, y de cómo muchos amigos ven nuestro trabajo e imaginan una vida propia de una estrella del rock, o de un jugador de fútbol. Ya os decíamos que el trabajo de un periodista del motor, o un probador de coches, dista mucho de esa imagen idealizada que muestran nuestras redes sociales, con selfies en localizaciones exóticas, fotos de deportivos, y platos de cocineros con estrella Michelin. Por suerte, hemos de reconocerlo, a menudo sí que nos toca conducir deportivos caros, exclusivos, y exóticos. Y eso implica que, por unos días, nuestra vida, al menos en lo que respecta a la conducción, se asemeja mucho más a la de un propietario de un superdeportivo. Y eso, aunque no te lo creas, siempre tiene sus pros y sus contras, porque a menudo conducir superdeportivos no es tan divertido como parece.

Salvo en contadas presentaciones, en las pruebas de deportivos que realizamos la mayor parte del tiempo lo pasamos fuera de los circuitos. Por unos días ese coche imponente, tan rápido, deportivo, y divertido en una pista cerrada, o en un tramo de curvas, se convierte en tu utilitario. Hablamos de viajes de varias horas hasta el destino en el que vamos a preparar una producción, de tener que utilizarlo para cenar en el centro de la ciudad porque por limitaciones de tu garaje no puedes permitirte tener dos coches en casa a la vez, o incluso de tener que utilizarlo para comprar la cena y la comida siguiente en un supermercado en el que lo habitual no es ver un deportivo, sino monovolúmenes con sillitas infantiles, y SUV. También has de acostumbrarte a no acudir en él a ningún lugar sin antes comprobar la existencia de un parking seguro cercano, o incluso consultar con el hotel en el que te vas a alojar en un viaje si su parking está preparado para un coche inusualmente ancho y bajo.

Eso implica situaciones curiosas y surrealistas, a veces divertidas, a veces insoportables. Todo esto viene a cuento de un vídeo que veíamos estos días, del youtuber Salomondrin, en el que nos muestra, desde una parodia, situaciones a las que probablemente se habrá enfrentado en estos años conduciendo deportivos.

Conducir un deportivo, o un coche exótico, implica en cierta medida ceder tu intimidad.

Conducir un deportivo, o un coche exótico, implica en cierta medida ceder tu intimidad. No debes extrañarte al ver que un viandante saca un móvil para grabarte o hacerte una foto, y aún menos de que al detenerte en un aparcamiento, alguien te pida permiso para hacerse una foto con el coche, en el mejor de los casos, porque en muchos otros se hará su selfie sin pedirte permiso. Eso, en cierta medida, es un problema para muchas personas, porque conducir o tener un deportivo no significa asumir el rol de una estrella de Hollywood. Y os aseguro que más de un compañero ha llegado a cambiar sus hábitos diarios mientras probaba un deportivo para evitar estas situaciones. Así como muchos conductores con una liquidez muy superior a la media de la mayoría de los mortales evitan adquirir deportivos, o limitan el uso del deportivo que tienen en su garaje para el fin de semana, para evitar este tipo de situaciones, y cualquier ostentación del dinero.

En unos días probando un deportivo lo normal es que te enfrentes varias veces a situaciones que, aunque parezcan un cliché, se producen continuamente. ¿Cuánto cuesta este coche? ¿Cuánto corre? ¿Podrías salir acelerando a fondo, o revolucionar el motor en punto muerto?

Tampoco es extraña otra situación, que genera curiosas anécdotas que contar en una cena con los amigos, o con los compañeros del trabajo. El momento en que te conviertes en un imán para atraer controles de la policía, o la Guardia Civil, aunque generalmente por la atracción que genera en los agentes el coche que conduces, y la mera curiosidad.

Lo peor es cuando el asombro e incluso fascinación de la gente al ver el coche, se transforma en envidia, y desprecio.

Digamos que situaciones como las anteriores entran dentro de lo razonable, y no del todo desagradable. Lo peor es cuando el asombro e incluso fascinación de la gente al ver el coche, se transforma en envidia, y desprecio. El desprecio de ese conductor que no te deja incorporarse a tu carril y que mirándote fijamente en su mente es probable que esté pensando en cualquier cliché sobre un joven de menos de 30 años conduciendo un deportivo de más de 200.000 euros. O incluso peor, el desprecio y la envidia del que, no solo lo piensa, sino que incluso te lo expresa verbalmente. Conducir un deportivo a veces implica que te llamen de todo. A menudo no oirás los improperios, pero en muchos otros casos, especialmente si circulas con las ventanillas bajadas, o descapotado, los oirás. En todos estos años trabajando para Diariomotor mis compañeros y yo nos hemos enfrentado a circunstancias de todo tipo, algunas incluso pasando de la agresión verbal, a situaciones próximas a la agresión física.

Conducir un deportivo supone, por lo tanto, muchos aspectos negativos que para muchos no siempre compensan a los aspectos positivos. Muchos aspectos negativos que, por desgracia, muchas veces tienen que ver con la envidia y, sobre todo, con la falta de educación de la gente.

En Diariomotor:

Mitos y realidades de ser probador de coches

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