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El miedo a cambiar de los que mandan en el Mundial de Rallyes

Hace unos días escribía en otro artículo que el Mundial de Rallyes se había instalado en el inmovilismo con el fin de no perder esa sensación de falsa normalidad que vive actualmente. No me malinterpretéis, sigo estando en contra del temido Shootout que propuso la pasada temporada Jost Capito, pero también soy consciente de que el Campeonato necesita innovar en algunas áreas y parece que nadie está dispuesto a afrontar riesgos.

Hasta el momento, los dos mayores cambios que se decidieron para esta temporada 2015, la supresión de los splits y el cambio en el orden de salida, han funcionado, sin embargo, sigue habiendo un problema de fondo. El actual World Rally Championship continúa sin ser un campeonato que atraiga a primera vista. Los coches son rapidísimos, espectaculares una vez los ves en competición a escasos metros de ti e incluso son posiblemente los más efectivos en secciones reviradas, pero siguen sin atraer lo suficiente en un primer contacto para todos aquellos que no han oído nunca hablar del Mundial de Rallyes.

No habrá revolución con los nuevos World Rally Cars:

Obviamente el que asiste a un rally por primera vez suele quedar enamorado de por vida, pero para ello se tiene que generar una atracción previa que genere curiosidad en el posible aficionado. Cuando habló Jarmo Mahonen en 2014 de hacer coches más espectaculares, ruidosos y potentes, prácticamente todos los aficionados gritamos “Aleluya”. Los fabricantes no tardaron en tirar por tierra esta opción, y ahora parece más una utopía que vaya a haber una “revolución” en el próximo reglamento técnico.

En 2017 no habrá World Rally Cars más espectaculares, ni ruidosos y posiblemente tampoco sean más potentes.

Ni coches más llamativos, ni más grandes, ni la posibilidad de que los WRC utilicen diferentes configuraciones de motores tal y como pasó con los Grupo 4 y su amplia variedad mecánica. Esta última es una decisión que tomó hace años la FIA junto al ACO y parece que por el momento no les ha salido mal la jugada con lo que está siendo una nueva época dorada de la resistencia con hasta cuatro fabricantes de primer nivel peleándose por reinar en las 24 Horas de Le Mans.

Y es que el Mundial de Rallyes siempre se ha caracterizado por ser una disciplina a la que no le asustaba la evolución. Siempre hasta ahora. El paso de los Grupo 4 a los B vino de la mano de la tracción total. Los coches eran extremos, una época de locura, de pasión y desenfreno que tuvo un abrupto final como era de esperar. Los Grupo A supusieron la cordura que necesitaban el campeonato, pero su desarrollo fue exponencial y la llegada de los WRC 2.0 turbo fue un paso más que necesario para abrirse a nuevos fabricantes. Estos últimos, odiados y queridos a partes iguales por haber sido quizás los coches más tecnológicos que han paseado por el Mundial. Aun así la idea principal queda patente, la constante evolución.

Una evolución que se ha visto frenada con los 1.6 Turbo. Se ha vuelto a coches más pequeños con el objetivo de atraer a más fabricantes y a pesar de ello la situación no ha revestido demasiados cambios, mientras que el paso atrás en cuanto a tecnología en los coches (al igual que la industria ha retrocedido debido a la crisis económica, los avances tecnológicos en los coches de rallyes también), vuelve al punto inicial con el retorno de elementos como los cambios secuenciales por levas.

Los rallyes son los otros grandes damnificados:

No son únicamente los coches los que se han estancado. La forma de entender los rallyes también sufre dicho inmovilismo. Sólo hace falta ver las reacciones que ha supuesto la propuesta de los organizadores del Tour de Corse en cuanto a la edición de este año. 300 kilómetros divididos en únicamente 5 o 6 tramos. Los fabricantes no han tardado en quejarse y lo cierto es que tal vez no es el mejor formato de rally para aficionados y marcas, pero al menos es algo “distinto” entre 13 pruebas que están cortadas por el mismo patrón. Un patrón del que ya ni se escapa el mítico Rallye de Monte-Carlo que ha tenido que amoldarse a las exigencias de la FIA.

Los reglamentos técnicos no son los únicos que se han estancado. El formato de los rallyes tiene un guión del que ya ningún organizador puede salirse.

Los amantes de los rallyes le debemos mucho precisamente al presidente de la Federación, Jean Todt. Él, otro apasionado de los rallyes impidió que se llevara a cabo una majadería que cambiara el ADN de la competición y sigue manteniendo que mientras él siga al frente dicha propuesta no se ejecutará, sin embargo le está faltando cintura y dar un golpe sobre la mesa. Actualmente el WRC está bajo el control de los fabricantes, eso ha quedado más que patente salvo en el tema del Shootout donde únicamente Volkswagen parecía totalmente convencida de su idea. Lo peor es que ellos no parecen darse cuenta de que están abocando al colapso del campeonato.

Por el momento han conseguido que el reglamento técnico no tenga la esperada y necesaria revolución (tanto por parte de la FIA como por los espectadores), ni que haya coches más grandes, ni distintas motorizaciones, ni sistemas híbridos y van camino de conseguir que el Tour de Corse no tenga el formato del que se habló hace unas semanas, a pesar de que pilotos como Kris Meeke, que son los verdaderos protagonistas, han declarado estar dispuestos a probarlo.

El WRC vuelve a estar bloqueado. Esperemos que no volvamos a la espiral de autodestrucción que ya vivimos con la salida de North One como promotor. Tal vez mi espíritu sea un tanto derrotista, pero es que en nada cambia la situación actual de la de hace unos años, cuando precisamente también teníamos una sensación de falsa seguridad. Bueno, tal vez sí hay una cosa diferente, falta un detonante en forma de capitán abandonando el barco..

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