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De vuelta a las 24 horas de Le Mans y atravesando el infierno

El año pasado y gracias a Toyota España, en Diariomotor Competición tuvimos la oportunidad de estar en las 24 horas de Le Mans acompañando al equipo Toyota GAZOO Racing y viviendo una de las ediciones más dramáticas de los últimos años desde dentro. Nos prometimos volver y en 2017 repetimos experiencia aunque esta resultó muy distinto de lo esperado, mostrando un infierno atmosférico y el infierno del equipo japonés que tras perder la carrera en el último momento el año pasado volvió a quedarse sin el premio esta vez. De nuevo volvimos a experimentar la cita desde dentro con Toyota y como siempre, Le Mans imparte lecciones aunque a veces sean especialmente duras.

A lo largo de la temporada 2017, Toyota España nos brindó la oportunidad de estar en varias citas del Campeonato del Mundo de Resistencia. Diariomotor Competición estuvo en Silverstone y un servidor se ocupó de Spa-Francorchamps y Le Mans tras haber estado en los test de pretemporada en Monza. Se me hace imposible evitar una risa tonta al pensar que en 2017 habré seguido el mismo programa que los pilotos del tercer coche de la marca, el número 9. Monza, Spa y Le Mans. Cosas de la vida. Aunque también estaremos en Nürbugring a través de alguno de mis compañeros. Al igual que en 2016, cuando Le Mans llama, hay que responder inmediatamente y así volví a hacerlo.

Todo el trabajo previo y nuestra cobertura de la estructura camino a Le Mans tenía relación con su gran objetivo final. Este no era otro que ir a las 24 horas de Le Mans para ganar finalmente y hacer historia. Personalmente, esa era la mentalidad con la que afronté el viaje. No sólo iba a ver las 24 horas por tercera vez sino que iba a ver como Toyota hacía historia. Era el guión previsto después de lo ocurrido en 2016 aunque si algo nos enseñó precisamente esa edición es que no se puede dar nunca nada por hecho. El equipo no lo daba tampoco pero existía una cierta confianza en que era su año. Ya les tocaba.

Las dos victorias en las dos primeras citas de la temporada eran buenas señales, como también los registros en las primeras jornadas de pruebas previas a la gran semana. Incluso el día antes del viaje, Toyota marcó la pole position provisional que una vez más disipaba cualquier duda. En 2016 Toyota había luchado gracias a una buena estrategia y a pesar de tener menos ritmo logró hacerse con la cabeza de carrera. En 2017 las cosas iban a ser muy distintas y la lucha con Porsche iba a ser cara a cara y en igualdad de condiciones. Para cualquiera que ame Le Mans, esto hacía presagiar una gran carrera así que ¿cómo podría haber alguna queja?

Los primeros pasos son conocidos y evocaron muchas memorias de la pasada temporada. Tomando un avión hasta París y luego el tren de alta velocidad hasta llegar a Le Mans. Los mismos lugares, los mismos sonidos… era como volver a casa, en cierta forma. Una vez allí y tras la reunión con la expedición, nos desplazamos hacia nuestra base de operaciones francesa durante los días siguientes y después de una cena con motores de fondo, nos preparamos para empezar un fin de semana que sólo iría de menos a más. La primera tarea del viernes fue recoger las acreditaciones de prensa en un lugar algo mejor ordenado que el año pasado. Menos esperas y más fácil para todos. Punto a favor para el ACO.

Equipado con el papel que defiende mi presencia en Le Mans, me dirijo hacia la entrada del circuito y vuelvo a recorrer todos esos lugares que empiezan a resultarme tan familiares. El circuito en el que se disputan las 24 horas de Le Mans es grande. Enorme. Pero ¿acaso no nos resulta familiar un pueblo o ciudad? Lo mismo acaba sucediendo en La Sarthe y casi podría dirigirme hacia cualquier lugar con los ojos cerrados. Algunos de los primeros lugares a los que toca dirigirse son mi adorada sala de prensa -es imposible no amarla por su particularidad- y una rueda de prensa relevante para el futuro del WEC. Incluso tengo el placer de ver el Boréas, un superdeportivo híbrido español de 1000 caballos de potencia.

A la vuelta de la rueda de prensa del ACO, me dirijo hacia la tradicional rueda de prensa de Toyota antes de la carrera. Allí hay un poco de todo, empezando con las relativamente típicas palabras de un equipo que busca ganar y terminando con la oportunidad de hablar con los pilotos. Habría oportunidades de hablar con más pilotos pero, terco de mi, decido que hay que hacer el esfuerzo para hablar con Kamui Kobayashi. El japonés es el hombre que ha ido más rápido en Le Mans en toda su historia y vale la pena gastar tiempo esperando la oportunidad. Eso hace que finalmente sólo tengamos la oportunidad de hablar con él y con Yuji Kunimoto, el piloto con menos experiencia de toda la escuadra. Incluso él sueña con ganar.

Cruzo un par de palabras con Nakajima sin ser una entrevista y es quizás menos optimista que otros. El coche número 8 tuvo problemas el jueves y aunque será reparado a tiempo para el sábado, los problemas nunca son agradables para nadie. Los otros miembros del equipo tampoco caen ante el otpimismo pero hay pequeñas perlas como la que suelta Kobayashi en la rueda de prensa: quieren copar el top 3. Este es el año y con tres coches frente a los dos de Porsche, así lo ven en Toyota. Tristemente, el resultado será muy distinto en una carrera por eliminación como se recuerdan bien pocas. No hubo una gran cantidad de abandonos en 2017 pero porcentualmente hablando, lo de LMP1 fue una auténtica escabechina.

Salieron seis, llegaron dos y ninguno de ellos tuvo una carrera tranquila. Volviendo al viernes, toca comer mientras reflexiono sobre el día. Me habría gustado hablar con Kazuki Nakajima para escuchar de su boca qué sensaciones tiene al volver a Le Mans. Me quedo con las ganas y me toca centrarme en otras cosas. Un par de paseos rápidos por el paddock y decido hacer otra parada obligatoria al Museo de las 24 Horas de Le Mans. Reconozco que el principal motivo por el que me dirijo allí es la exposición temporal sobre el Gran Premio de Francia de 1967, disputado en el circuito Bugatti. Es una rareza histórica y poder ver algunos de los monoplazas que compitieron allí será una delicia.

Previsiblemente, me acaba llamando más la atención la enorme sección dedicada a las 24 horas de Le Mans. Hay un repaso a los inicios de la carrera y muchas máquinas que han marcado la historia de la misma con varios ganadores y otros que sin ganar, se convirtieron en históricos de la prueba. Un Toyota 94C-V, un Audi R8, varios coches de LMP2, la máquina de Frédéric Sausset con la que compitió en 2016… no voy a hacer una lista completa para no hacer spoiler para quien decida ir el año que viene. Honestamente, algunas de las máquinas que hay allí me sorprenden y creo que preservar la sorpresa es necesario. ¡Recomendación absoluta de visitar el museo!

La sección de Fórmula 1 también emociona. Es mucho más pequeña y apenas tiene un puñado de máquinas ¡pero qué maquinas! Sabía que tenían un BRM de la temporada de 1967 en exposición y esperaba encontrarme con el P83. Mi sorpresa es enorme cuando me doy cuenta que la máquina que tienen es la única unidad fabricada del P115, evolución del P83 y usada durante parte de ese año por Jackie Stewart. Lo curioso del caso es que ese coche no compitió en el Gran Premio de Francia pero la oportunidad de ver un coche literalmente único es increíble. A su lado, un Brabham BT24, el campeón de 1967.

Completan la pequeña exposición del Gran Premio de Francia el muy visto pero no por ello menos espectacular Lotus 49 y un Cooper T81 con motor Maserati del equipo privado de Jo Bonnier. Unas piezas fantásticas que se ven acompañadas por un Renault R8 Gordini y un Matra de Fórmula 3, ambos coches que se usaron en las carreras de soporte del evento. Tras la emoción de todo lo visto en el museo, cierro el día en La Sarthe y toca volver al pueblo de Le Mans. Me agradaría pasar más tiempo en el Drivers’ Parade y pasear un poco por la ciudad pero el trabajo es el trabajo y conociendo la dureza de la carrera, decido adelantar lo que puedo para evitar ir a la cama demasiado tarde.

La mañana del sábado empieza con dos momentos especiales. El primero es la visita de Billy Monger al circuito de Le Mans, estando presente en una rueda de prensa junto a Frédéric Sausset en la que se anuncia su retorno a la competición este mismo año. Aplausos, sonrisas e ilusión. La vida sigue y quienes se esfuerzan logran sacar algo de ella aunque no haya facilidades. Por lo menos algunos lo consiguen…  El segundo momento es el de la visita al box de Toyota. Esta vez sí, vemos el box y examinamos el trabajo en las tres unidades que más adelante van a pelear por la victoria. Ahí es donde la sensación se apodera de mi. Las 24 horas de Le Mans están a punto de comenzar.

La carrera comenzó bajo un sol de justicia y un calor insoportable -metaforicamente, claro; hasta donde sé no murió nadie por ello- y del infierno climático se pasó al infierno de la noche para Toyota. Así fue la carrera para ellos, con demasiada mala fortuna para quien buscaba ganar con tanto ahínco, para quien tuvo que vivir lo sucedido el año pasado. Parece una broma de mal gusto pero así es esta carrera. En lo personal, esta vez y con la experiencia de las tiendas del año pasado ya en la mente, decido estar más pendiente de la carrera, que al final es a lo que vengo. La única excepción llega por la cena con buena parte de la prensa española desplazada al circuito.

La noche trae sus mil veces mencionadas sorpresas y si la oscuridad de 2016 me pareció larga, la de 2017 se hace aún peor en cierta forma. Es difícil no empatizar con Toyota tras lo ocurrido pero además la carrera parece haberse quedado sin lucha real. Porsche lo tiene en el bolsillo… la realidad es que no acabará siendo tan simple pero buena parte de la noche parece mostrar una carrera sin demasiada historia por contar. Es la mañana, la que trae las grandes sorpresas con más problemas para los LMP1. Y un LMP2 en cabeza durante horas, «casi» ganando la carrera. Pero no todas las grandes historias tienen un final feliz. Para Toyota, no en 2017. Aunque fuera por el incomprensible infortunio que alimenta la llamada «Maldición de Toyota en Le Mans».

Dicen que repetirse es un mal recurso pero realmente, la historia se repite. Toyota vuelve a destacar, a emocionar, a pelear… y a perder. Y vuelve a prometer guerra, cuando vuelvan en doce meses. En lo personal, viví por primera vez el final de las 24 horas de Le Mans in situ. Impresiona, desde luego, aunque fuera infinitamente menos dramático que el de 2016. La victoria número 19 de Porsche, el segundo y tercer puesto de los primeros clasificados de LMP2, el espectacular final de la categoría LM GTE Pro… hay demasiadas buenas historias de la edición de 2017. Pero me quedo con una: Toyota sigue a lo suyo y aunque no gane, promete más pelea. Como diría Takuma Sato -aunque es hombre de Honda-, No Attack, No Chance.

A pesar de la difícil situación de los LMP1 ahora mismo, Le Mans volverá el año que viene. Ya hay fechas para la siguiente gran batalla y los protagonistas volverán. Porsche querrá defender su título y buscar la vigésima victoria. Toyota volverá a intentar estrenar su casillero. Habrá que volver. ¿Lo haré yo? El tiempo dirá cual es el momento adecuado para volver a casa. Puede que no sea en 2018. Pero en algún momento tocará volver a visitar un pequeño pueblo francés que cada junio se convierte en la capital del mundo del motor. Porque cuando Le Mans llama, nunca se puede decir que no.

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