Hace unos meses teníamos la suerte de conocer el Chevrolet Corvette más extremo hasta la fecha, el demencial ZR-1 que, con su V8 5.5 biturbo, alcanza los 1.047 CV con una tremenda carga aerodinámica. Puede ser el primer Chevrolet Corvette con motor turbo de esta características…pero hubo un Corvette que también llevaba motor turbo y, pese a no ser conocido, pasó a ser leyenda.
Callaway saltó a la posteridad con el increíble Corvette Sledgehammer
En la década de los 80 apareció el Corvette C4, el cual no destacó demasiado por su potencia, pues incluso el tope de gama contaba con 240 CV. Callaway, formada allá por 1978, ofrecía kits para convertir el Corvette atmosférico en biturbo con lo que ganaba 150 CV extra… y mantenía la garantía de Chevrolet. Pero Callaway quería demostrar que podía hacer más. Y vaya si lo hicieron, pues en 1988 mostraban al mundo el Callaway Corvette Sledgehammer. 880 CV de potencia bruta (Supercars).
Su apariencia externa engaña, pareciendo un C4 ZR-1 en color gris plata con el kit ‘AeroBody‘ – sus salidas de aire en el lateral y tras las ruedas traseras, las cuatro pequeñas entradas de aire en el frontal, las cuatro salidas de escape en posición central y los frenos diferentes a los originales dan una ligera pista. En el interior encontramos el cuadro de mandos digital del Corvette C4 en un acabado negro con el logo de Callaway en el centro del volante y un ‘sospechoso’ medidor, además de ir algo más bajo de lo habitual debido a una suspensión deportiva.
En cuanto se abre el capó, uno empieza a temblar ante la presencia de un 5.7 V8 ‘Small Block’ con cabezas de cilindro en aluminio y un árbol de levas fabricado por Cosworth junto con dos turbocompresores Turbonetics T04B que soplaban a 22 psi. También encontramos pistones forjados, así como las bielas. El resultado son 880 CV y 1.047 Nm de par motor, duplicando las cifras de los contemporáneos Lamborghini Countach o Porsche 959, que estaban en 420 y 450 CV respectivamente (IMSA).
Este brutal motor estaba acoplado a una caja de cambios Doug Nash (aunque algunas unidades acabaron llevando una ZF de 6 velocidades), necesitando pinzas de frenos de dos pistones para frenar esta bestia. El 26 de octubre de 1988, en Ohio, alcanzaría su récord de velocidad máxima de 254,76 millas por hora – es decir, 410 km/h. Nada, ni siquiera el aclamado Bugatti Veyron original, se le acercó durante mucho tiempo.
Un coche único en el mundo, reliquia de tiempos pasados
Hoy día, este coche sería impensable por dos motivos: el primero de ellos el medioambiental, pues no contaba con ningún control de emisiones como era común ya entonces en el mercado americano. El otro es la ausencia de un gran conjunto aerodinámico que ayude a pegar esta bestia al suelo, como sucede precisamente con el Corvette C8 ZR-1. Hablamos de un coche que era capaz de rodar casi 100 km/h más rápido que el superdeportivo de aquel momento, el Ferrari F40 con sus dos turbos.
Puede que no sea el supercoche más recordado, mantenido sobre todo por las revistas de la época hasta nuestros días, pero es precisamente el coche que hizo famoso a Callaway y posiblemente su modelo más notable aún a día de hoy. Callaway continuó trabajando con los Corvette (por ejemplo con su C12, basado en el Corvette C5) y lo sigue haciendo a día de hoy, tanto con el Corvette C8 como con los Tahoe, Suburban o Silverado, así como modelos de GMC y el SUV por antonomasia, el Cadillac Escalade.