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El sistema marginalista, o por qué pagamos tan cara la luz en España

Hace apenas unos días el presidente de la CEOE apareció en medios clamando por ayudas a los sectores industriales y agrícolas de España, y al mismo tiempo, defendiendo la permanencia del sistema marginalista de fijación de precios de la electricidad. El sistema marginalista es uno de los principales culpables del galopante aumento del precio de la luz, que amenaza al país con una recesión y pondrá a muchas empresas en jaque. El sistema marginalista es opaco, es difícil de entender y es el motivo por el que en España pagamos la luz tan absurdamente cara.

¿Por qué la luz ha subido tanto?

Tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la cotización internacional del gas y del petróleo se han disparado. El gas es el principal combustible de las centrales de generación de energía de ciclo combinado, en las que recae en torno a un 25% de la electricidad producida y consumida en nuestro país. La cotización fluctúa en base a la oferta y la demanda, pero es altamente sensible a acontecimientos geopolíticos. Un conflicto armado a las puertas de Europa occidental es garantía segura de una cotización disparada del gas natural.

El conflicto Rusia-Ucrania ha doblado la cotización del barril del petróleo con respecto a hace tres meses. Ya estaba tensionada a causa del aumento global de su demanda.

La cuestión es que el suministro de gas a Europa está en entredicho, a causa de su enorme dependencia de las importaciones de gas natural ruso. Las actuales tensiones amenazan con provocar un corte de suministro por parte de Rusia, algo que sería catastrófico para países como Alemania, altísimamente dependientes de las importaciones de hidrocarburos rusos. En el caso de España, por fortuna, nuestra exposición a los hidrocarburos rusos es anecdótica, y en el caso del gas natural el suministro está aseguroado: importamos casi todo el gas del norte de África.

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No obstante, hay que recordar que el gas es una commodity, como el petróleo. Por tanto, el aumento de su cotización internacional afecta de manera directa al precio del gas que España adquiere en los mercado internacionales.

Cómo funciona el sistema eléctrico español

El sistema eléctrico español es complejo. Hay varios actores implicados: por una parte, las propietarias de los sistemas de generación de energía, grandes compañías eléctricas como Endesa o EDP, que también actúan como distribuidoras mayoristas en el mercado de energía. Por otra parte, está Red Eléctrica de España, organismo propietario de las redes de alta tensión que transportan la energía por nuestro país. REE es la intermediaria entre la oferta y la demanda. Por la parte de la demanda se encuentran las comercializadoras de energía eléctrica.

El sistema eléctrico español es uno de los más avanzados, y capilarizados, de toda Europa.

Estas compran la luz a las distribuidoras o mayoristas, y la venden al consumidor final. Algunos grandes consumidores – como una acería o la gran industria – pueden comprar energía directamente al mayorista, pero por norma general, el consumidor final compra la energía a las comercializadoras, con las que firma un contrato. Este contrato solía incluir un precio fijo por kWh consumido, pero desde hace algo menos de un año, está regulado por tramos horarios – de ahí la importancia de poner la lavadora o el lavaplatos en las zonas valle de la tarifa.

Esto es una tremenda simplificación, y por ello, os recomiendo ver este vídeo donde REE y Quantum Fracture explican qué actores intervienen en el mercado. El «problema» del sistema marginalista está, como puedes intuir, en la fase de generación y distribución «al por mayor», y los que pagan el plato, como de costumbre, son los consumidores finales.

Entendiendo el sistema marginalista

Imagina que eres el propietario de un restaurante y vas a vender a tus clientes una deliciosa paella de marisco. El ingrediente más abundante de la paella es el arroz, cuyo precio es muy barato. Después, la paella cuenta con un sofrito y algunas verduras, también de precio bajo. El ingrediente menos abundante de esa paella será el marisco. Por comensal tocará apena una gamba. El precio al que vendes la paella es de 15 euros por ración, pese a que esas deliciosas gambas rojas de Palamós las has pagado a 150 euros/kilo a tu proveedor.

Prácticamente todos los países europeos cuentan con un sistema marginalista en su mercado energético.

Sin embargo, ya que hay pocas gambas en la paella, puedes permitirte vender baratas las raciones, ya que el grueso del coste corresponde a ingredientes baratos. Completamente lógico, ¿verdad? El sistema marginalista no funciona así. En una paella cocinada bajo el sistema marginalista, una paella de seis raciones y dos kilos costaría 300 euros. El motivo es que el precio final sólamente responde al coste del ingrediente más caro. En el caso de la electricidad, la producida con combustibles fósiles, en estos momentos, de carísima cotización.

Imagina que España consume 30.000 MW de energía en un día corriente – una cifra cercana a la realidad. De esos 30.000 MW, 23.000 MW son generados por una combinación de energía nuclear y energía renovable, ambas de bajísimo coste. Imaginemos que el coste del MWh de ambas fuentes es de 30 euros. Solo los últimos 7.000 MW son aportados por las centrales de ciclo combinado, a un coste disparado a causa de la cotización del gas natural. Sin embargo, en este caso, estamos hablando de un coste de 400 euros/MWh. Lo lógico sería que el precio final de la electricidad fuese una media, ¿verdad?

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No podemos prescindir al completo de las energías «sucias». Son necesarias para cubrir picos de demanda o periodos de baja generación energética renovable – ausencia de viento, o noches.

Me temo que toda la energía la pagamos – la comercializadora la paga, y luego nos la cobra, aplicando su margen de beneficio y los impuestos – al coste de la energía más cara, es decir, al precio de casación. El precio de casación es el precio más caro al que existe demanda eléctrica. El resto de productores de energía obtienen un beneficio muy superior al de la fuente energética más cara. Esto es un arma de doble filo: por una parte incentiva a producir electricidad de la forma más barata y eficiente. Por otra parte, provoca que el consumidor pague a precio de oro electricidad de bajo coste, llenando los bolsillos de las empresas eléctricas.

Al mismo tiempo, genera incentivos perniciosos para algunos productores. Por ejemplo, como ya ha ocurrido, a algunos productores les sale a cuenta vaciar ciertos pantanos – la energía hidroeléctrica tiene un coste bajo – para vender su electricidad con mayor margen de beneficio cuando existen picos de precio en las tecnologías mas caras. ¿Existe alguna alternativa al sistema marginalista? Existe un sistema de mercado – insisto en lo de «mercado», en sistemas eléctricos nacionalizados este artículo no tendría sentido – llamado «pay as bid».

Ningún sistema es perfecto. Quizá el óptimo es un sistema marginalista con intervención de precios máximos.

Hablamos de un sistema donde los productores ofrecen paquetes de energía – por ejemplo, 10.000 MWh entre las 14h y las 20h de un lunes – a un precio concreto, y dejan que sea el propio mercado el que los adquiera. Los productores tratarán de «adivinar» el precio de casación y tenderán a él, con el objetivo de obtener un mayor beneficio. Con suficiente práctica y experiencia, este sistema puede resultar igual de caro al consumidor que un sistema marginalista. Sí amigos, hay que elegir entre dos sistemas intrínsecamente viciados.

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¿Qué haría falta para cambiar el injusto sistema marginalista?

Una serie de circunstancias casi utópicas, a tenor del país en el que vivimos. En primer lugar, romper el oligopolio manifiesto de la generación energética en España, que está en mano de cinco gigantescas empresas, muchas de ellas transnacionales. En segundo lugar, una voluntad política de romper con este sistema de precios. Algo que parece bastante complicado a tenor del sistema de «puertas giratorias»: todas las grandes eléctricas tienen en su consejo de administración a ex-políticos de alto nivel, con independencia de su signo.

Quizá el problema está en haber privatizado la generación y distribución de energía. El problema de los criterios de mercado está en el ánimo de lucro.

Solo puedo pensar en dos circunstancias que podrían empujar a un gobierno – de nuevo, esto no va de signos políticos – a intervenir los precios de la energía y romper el sistema marginalista. El primero sería una espiral de precios provocada por el coste de los combustibles fósiles. Esto provocaría una elevada inflación, y culminaría casi con toda seguridad en una recesión – actualmente, el camino que estamos siguiendo. Una intervención de precios supondría limitar dividendos y beneficios a las eléctricas, un «melón» que nadie parece querer abrir.

El segundo serían las protestas populares, pero para ello, la sociedad debe antes estar informada. En ningún instituto se explica cómo funciona la producción y distribución de energía, y nadie explica el sistema marginalista a la ciudadanía – que es bombardeada por los medios con precios cada vez más alto de difícil comprensión. A no ser que tu trabajo esté relacionado directamente con la energía, es algo tan oscuro como la brujería, y algo me dice que interesa que así lo siga siendo. Contra la oscuridad y la brujería lo único que funciona es arrojar luz.

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La renacionalización de las empresas eléctricas no parece en absoluto una mala idea.

En estos momentos, la única luz que podemos arrojar es artículos como este, que permitan entender por qué estamos pagando el precio de la luz más caro de todos los tiempos.

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