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El polémico caso del diésel milagroso alemán, multiplicar gasóleo con agua y discernir entre tecnología disruptora y humo

Aunque exista un consenso general al respecto de que el único futuro que nos espera es aquel en el que prescindamos de los combustibles fósiles, la mayor incertidumbre, y el aspecto que genera más división de opiniones, es el de los plazos en que conseguiremos eliminar, o reducir significativamente, las emisiones contaminantes. De ahí que en los últimos años hayan surgido numerosos proyectos que abogan por el desarrollo de nuevos combustibles, más limpios, e incluso neutrales a nivel de emisiones de CO2. Así nació un proyecto que en Alemania han definido como Wunder-Diesel y Wasser-Diesel, el diésel milagroso, el diésel de agua. El polémico caso de una empresa que prometía producir 1,7 litros de gasóleo empleando 1 litro de agua y 1 litro de gasóleo.

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El fraude del diésel milagroso alemán

Una compañía alemana prometía haber encontrado un procedimiento «químico y mecánico» que permitiría combinar 1 litro de agua y 1 litro de gasóleo para producir 1,7 litros de gasóleo. Sus argumentos, fruto de una supuesta investigación llevada a cabo por un ingeniero ruso y un doctor siberiano, debieron resultar lo suficientemente convincentes para conseguir la colaboración de una empresa de Emiratos Árabes Unidos y la llegada de inversores chinos.

El proyecto avanzó, hasta el punto de comenzar a cerrar contratos con posibles clientes. La compañía trabajó para levantar una planta de producción de este gasóleo milagroso en Emiratos Árabes Unidos, que aseguraban estaba produciendo combustible a un ritmo aceptable.

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1 litro de gasóleo y 1 litro de agua para producir 1,7 litros de gasóleo

El problema llegó en el momento en que los inversores chinos solicitaron una prueba que demostrara los resultados que la empresa alegaba estar consiguiendo, que prometía estar produciendo este gasóleo milagroso de la combinación de gasóleo y agua. Y ante la falta de muestras, y de indicios de que la tecnología estuviera funcionando, iniciaron un procedimiento judicial demandando a los responsables ante el Tribunal de Distrito de Osnabrück. Los jueces fallaron a favor de los demandantes, condenando a la empresa al reembolso de los 3,25 millones de euros invertidos por sus socios chinos y reconociendo que los acusados sabían desde el principio que la tecnología no funcionaría.

Los demandados, en cualquier caso, aún podían apelar a una instancia superior. Y ha sido precisamente esa instancia, el Tribunal Regional Superior de Oldenburg la que ha anulado la sentencia y ha procedido a reabrir el caso.

Llegados a este punto, los tribunales ya no deben interpretar si la tecnología de producción de gasóleo prometida por esta compañía funciona o no. La evidencia ha demostrado que su proyecto ha fracasado. Los hechos que se juzgan tienen que ver con el conocimiento que los acusados tenían al respecto de estar vendiendo una tecnología inviable y, por lo tanto, a la restitución que solicitarían los demandantes de su inversión por haber sido víctimas de un fraude.

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Compañías como Audi están invirtiendo en el desarrollo de combustibles sintéticos, y creen que es necesario investigar en este tipo de tecnologías, a pesar de las dudas que puedan existir al respecto de su viabilidad o su capacidad de escalar los procesos.

Combustibles del futuro, tecnologías disruptoras y humo

El problema, en este y otros muchos casos, reside en poder discernir entre una tecnología disruptora y puro humo. En los últimos años han sido muchos los proyectos que hemos conocido que prometían la producción de combustibles, de gasóleo y gasolina, prescindiendo de combustibles fósiles, más limpios, incluso en la neutralidad de CO2. Proyectos que, en ningún caso, deberíamos calificar de fraudes. De hecho, son muchas las empresas petrolíferas, tecnológicas europeas, e incluso marcas de coches, las que están invirtiendo en este tipo de proyectos, por creer firmemente que son una línea a explorar interesante. Y existen verdaderos argumentos para que, como mínimo, se investigue alrededor de estas tecnologías.

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En cualquier caso, la mayor dificultad que han hallado todos estos proyectos de producción de gasóleo y gasolina es la de demostrar su viabilidad. ¿Es razonable potenciar aún más el desarrollo de biocarburantes, aún dependiendo de materia orgánica vegetal, necesaria para alimentar al planeta? ¿Se pueden escalar los procesos de captación de CO2 del aire o la producción de carburantes empleando materia orgánica virtualmente infinita, como las algas, hasta conseguir que sea una solución realista? ¿Se pueden alcanzar procesos de fabricación de combustibles, empleando agua y aire, con un consumo energético y en volúmenes razonables?

He aquí, de nuevo, la dificultad para discernir entre tecnologías disruptoras y humo. Veremos qué evolución siguen estas tecnologías en los próximos años. Mientras tanto, ya hemos visto cómo empresas como Mercedes-Benz, que habían apostado por biocombustibles y combustibles sintéticos, ya están reconociendo que el único futuro que ven, y donde irán destinadas todas sus inversiones, es el coche eléctrico, independientemente de que su tecnología se acumule en sistemas de baterías o pilas de combustibles.

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