El Volkswagen Phaeton era vulgarmente conocido como el Bentley del pueblo, un insulto o un halago, eso ya depende de cómo se mire. Y es que, al fin de cuentas, no es para menos que el resultado de querer ser premium por parte de Volkswagen se ganase dicho mote, y más cuando tenemos en cuenta ya no solo el grado de mimo y exclusividad que tenía el Phaeton, sino también su proceso de fabricación. Fábrica acrsitalada, suelo de parqué y ninguno de los Volkswagen Phaeton tocaba el suelo hasta estar completamente construido. Acompañadme por la exclusiva fábrica del Bentley del pueblo.
Fue en el año 2002 cuando Volkswagen, alimentada por sus desdichadas, catastróficas pero encantadoras locuras, decidió introducir a su buque insignia, el Phaeton. Hablamos de una berlina de representación que, ni corto ni perezoso, utilizaba la misma base que los Bentley Continental GT y Flying Spur de la época. Además, el proyecto fue encomendado por el mismísimo Ferdinand Piëch, así que ya os podéis imaginar que el nivel de exigencia no era precisamente bajo.
Así era la extraordinaria fábrica del Volkswagen Phaeton
Y es que el señor Piëch no solo quería usurparles el trono a Audi, Mercedes-Benz y BMW, sino que también quería utilizar al Phaeton como respuesta al Mercedes-Benz Clase A. ¿Por qué? Porque si la firma de la estrella, encargada hasta la fecha de gestar solo vehículos de lujo, se había atrevido a desafiar al Golf, Volkswagen se iba a encarar con el Clase S como diese lugar.
Por supuesto, Ferdinand Piëch, lejos de separarse de su obsesión por lo perfecto, encargó a su equipo de ingenieros cumplir con una serie de aspectos que provocaron que más de uno abandonase el proyecto. El primero fue que el Phaeton debería ser capaz de aguantar durante un día completo a 300 km/h con una temperatura exterior de 50ºC y mantener igualmente la temperatura interior a 21ºC; el coche debía encontrarse siempre nivelado y sin vibraciones incluso a 300 km/h, los cristales nunca empañarse y la rigidez torsional del Phaeton debería alcanzar los 37,000 Nm/grado, obteniendo así un récord mundial.
Pero, ¿por qué os cuento todo esto? Porque si las exigencias que debía cumplir el Volkswagen Phaeton como coche eran altas, también eran las que se impusieron al templo encargado de gestarlo, conocido como fábrica de cristal. Concretamente, la Gläserne Manufaktur se construyó en Dresde, Alemania, en el año 2001, y su concepción fue única y exclusivamente para dar vida al buque insignia de Volkswagen.
Además de ser una fábrica completamente transparente, el coche se construía de manera artesanal. Sus visitantes no solo podían ver el proceso en detalle, sino también disfrutar de unas instalaciones de lujo. Más allá de lo necesario para crear al Phaeton, la Gläserne Manufaktur contaba con un hotel, restaurante, sala de conciertos y diversas exposiciones de todo tipo. Todo por y para el Volkswagen más lujoso de la historia.
Incluso en el año 2002, debido a la inundación del Semperoper, se llevó a cabo durante un mes la interpretación de Carmen en el vestíbulo de la fábrica. Pero lo realmente increíble era el mimo y cariño con el que se concebía al Volkswagen Phaeton, más allá de la atmósfera que invadía a la que posiblemente sea una de las fábricas más exclusivas del mundo.
El suelo era entero de parqué, un material poco usual en una fábrica de coches donde el aceite, grasas y demás componentes dispuestos a ensuciar están a la orden del día. Pero no era un impedimento para Volkswagen, quien estableció unos protocolos de higiene muy altos. Además, la carrocería y el chasis no tocaban en ningún momento el suelo, incluso cuando ya estaban unidos y las ruedas atornilladas.
Sin embargo, y pese a los esfuerzos de la marca por crear a un digno rival de los Clase S, A8 y Serie 7, el Volkswagen Phaeton fue un fracaso. Con una estimación de producción de 20.000 unidades al año, Volkswagen tan solo había conseguido gestar de 2002 a 2006 25.000 unidades de su buque insignia, o lo que es lo mismo, 6.000 al año, provocando pérdidas estimadas de 28.000 euros por unidad vendida.
Sea como fuere, el soberbio e innecesario -pero admirable- trabajo de ingeniería de Piëch, la exclusividad de la fábrica de cristal y el encantador Volkswagen Phaeton -al cual nunca olvido en mis asiduas búsquedas por los portales de ocasión- serán siempre recordados. Y es que el Bentley del pueblo ha conseguido marcar un antes y un después pese a haber tenido una vida más bien inadvertida.