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Los Alpine rosas que fueron y serán más famosos que el A522 F1 de Fernando Alonso

Una rara avis. Eso podría parecer cuando este pasado lunes, Alpine Racing presentó el A522 y muchos pudieron observar esas dos opciones de librea; la azul que emplearán durante buena parte de la temporada y la rosa, empujada por su nuevo patrocinador principal, BWT, con la que estarán presentes tanto en Bahréin como en Arabia Saudí, las dos primeras fechas de este Mundial de Fórmula 1 de 2022.

Sin lugar a dudas, los aficionados al mundo de la competición se habrán visto sorprendidos por una elección tan rompedora, especialmente si tenemos en cuenta que el color con el que siempre se ha relacionado al fabricante de Diepee es precisamente con ese azul que vestía a los Berlinette en sus primeros grandes éxitos dentro del mundo de los rallyes en las décadas de los sesenta y de los setenta… Sin embargo, no siempre fue así.

Nos podemos remontar unos años atrás, concretamente más de seis décadas. El fundador de Alpine, Jean Rédélé, presentó su proyecto y sus modelos al por aquel entonces responsable de Renault. Pierre Dreyfus. En un guiño a la bandera gala, Jean, al que siempre le gustó mucho el dar visibilidad a sus creaciones a través de los distintos métodos posibles tal y como recogen dos de sus grandes citas: «el automovilismo es la mejor manera de probar los coches de producción«, y «la victoria es la mejor herramienta de ventas«.

Rédélé se plantó frente a la sede Régie cerca de París en 1955 con tres unidades de su Alpine A106, una pintada con cada color de la bandera de Francia, algo que evidenciaba que, por aquel entonces, la firma no tenía asociado ningún color corporativo claro. Por aquel entonces, en competición apenas se dejaba ver en tonos suaves, como el blanco o el azul celeste y sólo fue con la llegada del A110 cuando empezó a ganar gran notoriedad el azul metálico.

No fue ni mucho menos una estrategia comercial. Entre la gran paleta de colores de Alpine se encontraba también el Panama Blue, la elección perfecta para decorar la carrocería de su nuevo berlinette. El vendedor responsable de la transacción económica sería Jacques Cheinisse, al cual le encantó esa forma de conjugar las formas del deportivo francés con este tipo de azul hasta el punto de que él también eligió el mismo acabado para su A110. todo un apasionado de los rallyes, con los años se convertiría en casualmente Director Deportivo de la marca, por lo que la base parecía que estaba cantada.

Todos los berlinettes de fábrica fueron decorados a partir de entonces con este tono, siendo una estrategia comercial perfecta, ya que Francia también había estado empleando un color de azul para representar a sus coches en las competiciones internacionales. El Metallic Alpine Blue, conocido por su código como RE331, fue poco a poco quedándose en la memoria de los aficionados y de los conductores y, aunque había otros tonos de azul, fue quedando en el ideario de todos como el emblema de la compañía. Curiosamente, el último A110 que salió de las líneas de Dieppe en el año 1977 no llevaba este patrón cromático, sino que fue el verde normando metálico el que puso punto y final a una era.

Después de 35 años, el Grupo Renault decidió revivir el mito y en el 50º aniversario del nacimiento del A110 decidieron desvelar el concept car que serviría como antesala del lanzamiento del Alpine moderno. En este caso llevaba un azul metalizado, pero tal y como confirmó la marca se trataba de un azul distinto al Alpine Blue histórico. La entrada en resistencia también obligó a la compañía a decidir y ante la falta de tiempo decidieron vestir el LMP2 de la misma ‘guisa’. Incluso el A521 con el que Alpine regresó a la Fórmula 1 en 2021 tampoco llevaba exactamente el mismo tono, optando por una variante un poco más suave para que aumentara el contraste de la carrocería con el tono oscuro del asfalto de los circuitos y también ayudar a que los patrocinadores se vieran mejor.

Un Alpine rosa más famoso que el de Fernando Alonso:

Alpine A110 1600 S Aseptogyl 1971

Sin embargo, en la larga historia de Alpine en el automovilismo seguramente haya un ejemplo de Alpine rosa mucho más conocido que el que por el momento ha presentado la marca para que piloten durante este año Fernando Alonso y Esteban Ocon. Para el que no conozca la historia, tenemos que ponernos en antecedentes. Bob Neyret, además de un trabajo dentro de la industria dental (apúntate esto Colin Kolles), también era en esos momentos todo un aficionado a los rallyes al que le encantaba competir. Se dejó ver en numerosas competiciones al volante de grandes monturas, entre ellas de Lancia, Peugeot, Citroën o Ford e incluso realizó algún que otro gran resultado en el Rally de Marruecos y en el Côte d’Ivoire a principios de los setenta. Respondía principalmente a esa denominación de “gentleman driver” en el sentido más amplio de la misma.

Un fuerte accidente en Córcega le llevó a plantearse los rallyes desde otro foco, un cambio de paradigma a su forma de entender una de sus pasiones, por lo que se decidió a fundar su propio equipo, en este caso con el apoyo de la marca Aseptogyl, compañía de dentífricos para la que hacía las funciones de jefe de planta. Su gran idea fue la de formar equipos 100% femeninos, que no sólo se trataran de un reclamo publicitario para los posibles sponsors (Esso fue una de las primeras en unirse) y para promocionar a su compañía de pastas de dientes, sino que también tuvieran pericita al volante.

De esta forma se hicieron muy famosos entre otros los Alpine A110 vestidos de rosa, los cuales compitieron internacionalmente en algunos de los principales escaparates competitivos del mundo. La estructura de Bob estuvo formada por algunos talentos procedentes de Francia y sin tanta proyección fuera de las fronteras del país galo, como era el caso Claudine Trautmann, las hermanas Desvignes, Christine Dacremont o Marie-Pierre Palayer, aunque con el tiempo fueron otros nombres incluso más conocidos los que se unieron.

Fue el ejemplo el de Pat Moss-Carlsson, conocida por muchos por ser la hermana del piloto de Fórmula 1 Stirling Moss, la británica se casó con Erik Carlsson, icónico piloto de rallyes conocido por su relación con Saab. Pat compitió mucho y muy bien en rallyes, consiguiendo grandes resultados, por lo que parecía que la oportunidad con el team Aseptogyl podría terminar de cuajar, con un décimo puesto incluido en el Rallye de Monte-Carlo de 1972, justo tras Jean Ragnotti y con Bob Neyret en séptima posición.

Sin embargo, su maternidad a finales de los sesenta le llevó a desligarse de la competición sobre cuatro ruedas y regresar en parte a los caballos. También Marrianne Hoepfner fue una de las pilotos que con el equipo francés que más destacó, e incluso ella también se dejó ver en Subidas de Montaña con un Alpine A364 F3. Transcurridos unos años, la estructura fue variando, también en las mecánicas, por lo que se perdieron los Alpine rosas que fueron tan famosos a comienzos de la década de los sesenta después de que los A310 demostraran no ser tan competitivos.

Alpine A110 1600 S Aseptogyl 1971

Curiosamente, aunque se relacione el color rosa con el hecho de que sus alineaciones se encuentren conformadas por deportistas féminas, los coches patrocinados por la marca de pasta de dientes Aseptogyl utilizaba precisamente los tonos rosa, blanco y rojo porque era una forma de recordar precisamente a las encías, los dientes y los labios, razón precisamente por la que lucieron estas libreas.

Con el paso del tiempo, aunque hemos visto otros ejemplos como el Alpine A110 GT4 que empleó Robert Consani en circuitos empleando el rosa como color principal para su librea, es cierto que no se ha llegado a una iniciativa con la misma fama que la que tuvo la iniciativa. Por poner un ejemplo, en la película original de “Herbie en el Grand Prix de Montecarlo”, uno de los Alpine A310 del equipo Aseptogyl aparece en varias secuencias y con el tiempo, el dibujante Emilio Van der Zuyden, de ascendencia española, junto al guionista Metapat se encargó de plasmar una historia inspirada en el cómic titulado “Las chicas del Tío Bob” de 2013, el cual contó con el propio beneplácito de Bob Neyret que firma el prólogo del mismo.

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