Personalmente he de decir que me llena de alegría ver ejemplares cuidados y bien mantenidos de coches de mi infancia y de tiempos pasados. Lo mismo ocurre en el caso del Mazda MX-5, y más si hablamos de un NA de primera generación con sus faros escamoteables y su pureza dinámica. Me duele ver un Miata en mal estado o con una preparación de mal gusto, pero quizá me duela mas que alguien solo haya disfrutado de 2.500 km al volante del protagonista de este artículo. Menos de 100 km año para uno de los coches más divertidos de conducir. ¿Por qué?
El coche perteneció a un aficionado estadounidense que lo adquirió para mantenerlo en el tiempo con poco kilometraje, quizá con la intención de venderlo. Tras fallecer recientemente, sus herederos decidieron acudir a Larry Kosilla de AMMO NYC para detallarlo antes de su venta. El coche estaba en un estado ya francamente bueno, pero llama la atención el perfecto estado de los bajos, la mecánica o los plásticos de su interior. En verdad, un detallado así es difícil, ya que consiste en convertir en excepcional algo ya de por sí muy bueno.
Un pulido de una sola etapa de la pintura – que no tiene laca – hace resaltar su brillo natural – mientras que la limpieza e hidratación de los plásticos del habitáculo hace que su color negro natural se realce de forma considerable. Un tratamiento cerámico para llantas y carrocería y un hidratado de la capota – ¡nunca abierta! – pone la guinda final a un conjunto excepcional. El resultado final es un coche perfecto, en un estado posiblemente mejor que el que tuvo al salir de fábrica en lo que a limpieza respecta.
Mazda MX-5 
