Un nuevo día, un nuevo SUV. Esta vez hemos probado el Opel Grandland X, un nuevo rival directo para el Nissan Qashqai, Hyundai Tucson, Kia Sportage, SEAT Ateca, Volkswagen Tiguan, Peugeot 3008, Ford Kuga, Skoda Karoq, Renault Kadjar, Honda CR-V, Mazda CX-5 Toyota RAV4… la lista de los SUV compactos empieza a ser inabarcable. Ya disponible desde 22.250 €, el Grandland X de Opel necesitará algo más que lo que ofrece cualquiera de sus rivales para aspirar a una cuota de mercado decente en un segmento en el que la excelencia es la norma.
Opel Grandland
Diseño y calidades del Opel Grandland X: ¿dónde se sitúa?
El Opel Grandland X está basado en la misma plataforma que el Peugeot 3008, un coche con el que comparte también mecánicas. Dicho esto, ambos no pueden ser más diferentes.
Salta a la vista que el Peugeot es mucho más vanguardista y atrevido en su diseño, tanto exterior como interior, y ha puesto sobre la mesa una apuesta futurista, digital e innovadora que lo coloca en la cabeza del segmento. En el caso del Opel Grandland X ese enfoque valiente ha sido remplazado por el clasicismo de un cuadro analógico sobrio y convencional, un interior sencillo, unas calidades un punto por debajo y una estética mucho más conservadora.
Convencer al gran público y pasar desapercibido con una estética muy fácil de digerir parecen ser las premisas.
En lo tocante a calidades, el Grandland me ha parecido un coche que, apostando por proyectar una buena sensación en materiales y ajustes con los típicos plásticos mullidos aquí y allá y una buena insonorización, se queda algo corto en pequeños detalles como los satélites tras el volante, de accionamiento duro, los mandos giratorios del climatizador o las luces, con esa mínima holgura que marca la diferencia con los primeros de la clase, o incluso la interfaz de la pantalla central y su navegador, en la que nos encontramos con bastante confusión entre botones, símbolos y menús poco claros.
La receta de concentrar las funciones en la pantalla y dejar fuera el clima me parece perfecta, y la tan necesaria eliminación de botones en los cuadros de Opel merece un aplauso, pero creo que faltaría poner algo más de lógica en el propio software para que resulte intuitivo.
Aunque no es posible medir la calidad de una forma objetiva y perfecta, mi sensación es que Opel se ha puesto como objetivo igualar las sensaciones de un Qashqai en su interior, y más o menos lo han conseguido, pero el Nissan no ha sido nunca el líder en este aspecto y cada vez más rivales se han ido poniendo por delante en calidad percibida. El Grandland apunta a la media del segmento como quien sale a empatar un partido, y corre el riesgo de quedarse por debajo rápidamente como demuestra su primo el 3008, un punto por delante en este aspecto.
Opel Grandland X al volante
A la hora de conducirlo, el Grandland X parte de una excelente plataforma que ha demostrado sus bondades en el 3008 y que además lo convierte en un coche muy ligero para su tamaño. A partir de aquí las sensaciones son algo contradictorias.
El comportamiento del Grandland X está a la altura de lo que podrían esperar el 90% de sus clientes potenciales. Es un coche muy estable, de escasa inclinación en curva, y al mismo tiempo las suspensiones logran un alto grado de confort para sus ocupantes. Este equilibrio es difícil de lograr y será muy valorado por ese 90% de público al que se dirige el coche, pero para disfrutar conduciendo (incluso en un SUV) son necesarios otros elementos y es ahí donde no me ha acabado de convencer del todo.
Empezando por la dirección, me ha resultado demasiado ligera, más orientada a aparcar fácilmente que a transmitir sensaciones al conductor. La conexión con las ruedas se ha difuminado en la asistencia, lo cual lo convierte en un coche muy cómodo y fácil de llevar, pero sin alma.
Continuando por la palanca de cambios, en el caso del manual (de 6 velocidades) encuentro el pomo demasiado grande y de forma muy poliédrica, con aristas poco redondeadas para ser del todo cómodo. Los recorridos de la palanca son muy largos y su tacto no del todo preciso.
En una conducción tranquila, que es el objetivo de un coche como este, no presenta el más mínimo problema, pero si queremos ser ágiles en su manejo la verdad es que no acaba de convencerme. Tiene otra peculiaridad, y es que en las marchas impares, que se engranan hacia delante, la palanca queda extrañamente inclinada en lugar de permanecer más o menos vertical, acercándose más de lo normal a la consola central. Resulta algo extraño al principio.
En el caso del cambio automático (se trata del convertidor de par EAT6 del grupo PSA) obviamente el tacto de la palanca es mucho menos relevante, pero su recorrido entre las diferentes posiciones (R, N, D, P, Manual) no termina de estar claro si no miras el cuadro de mandos donde te indica lo que estás haciendo. Además de desplazarse longitudinalmente, la palanca tiene recorridos laterales en forma de escalera, un poco a la antigua usanza, pero creo que no facilitan su manejo.
Continuando con los mandos que hacen posible la conducción, el freno es potente pero su tacto es tan blando que resulta difícil de dosificar. En este sentido creo que con algunos kilómetros más sería fácil acostumbrarse a utilizarlo.
Motores del Opel Grandland X
El Opel Grandland X se presenta inicialmente con un único motor de gasolina, el conocido 1.2 PureTech de tres cilindros y 130 CV de potencia y un único motor diésel, el conocido 1.6 BlueHDI de 120 CV que Opel denomina CDTi. Hemos podido probar ambos y son dos motores que nos han gustado bastante en otros modelos, pero veamos qué tal trabajan en el Opel.
Comenzando por el gasolina, aunque emite un ligero ronquido que en algunas frecuencias delata su condición de tricilíndrico, en general podría pasar perfectamente por un cuatro cilindros cuando viajamos en su cabina bien aislada. Desde fuera, en cambio, el ralentí sí tiene un sonido diferenciado y característico de sus 3 cilindros trabajando.
El empuje y suavidad de este propulsor, que hemos alabado en otros modelos como el Peugeot 308, se queda algo justo de fuelle a la hora de mover el Grandland X, en el que además se combina con marchas muy largas orientadas al consumo y al silencio que penalizan las recuperaciones. Sus 130 CV me han parecido más que suficientes para un uso familiar, y además debería ser bastante económico, pero si le pedimos una aceleración contundente nos vamos a quedar decepcionados incluso en marchas cortas.
El gasolina puede combinarse únicamente con la caja manual de 6 relaciones, mientras que la tracción integral no es una opción en ninguna de las versiones, al igual que sucede con el Peugeot 3008.
En el caso del diésel, sus 120 CV se quedan también en el punto justo de respuesta necesaria, pero algo justa para afrontar adelantamientos con el coche cargado.
En este caso, lo hemos probado con la caja automática que es opcional con este motor y me ha parecido una combinación acertada y sobre todo muy cómoda, aunque el cambio por convertidor de par se queda un paso por detrás de los cambios de doble embrague que lucen sus rivales del grupo Volkswagen o Hyundai-Kia, en los que el salto de marchas es instantáneo e imperceptible.
El sonido del motor sigue estando bastante bien aislado y en circunstancias normales la caja automática se lanzará a por la marcha más larga, económica y silenciosa facilitando un rodar tranquilo y confortable. No obstante, al pisar el acelerador con decisión, el kick-down de una o dos marchas sí revela a las claras el sonido diésel a alto régimen y cierta falta de carácter para acelerar el coche con verdadera contundencia.
Como cifras orientativas del limitado poderío de sus motores, el gasolina (130 CV) acelera de 0 a 100 km/h en 11,1 segundos, el diésel (120 CV) manual en 11,8 y el diésel automático en 12,2 s. La velocidad máxima es de 188 km/h para el gasolina y 189 km/h para el diésel manual (185 km/h con cambio automático). Es un coche muy tranquilo.
Para aquellos que le pidan algo más de sal y pimienta al Grandland, en enero saldrá a la venta el tope de gama con motor BlueHDI de 180 CV con un nuevo acabado tope de gama y con un precio más alto a cambio de un nivel prestacional netamente superior al de los dos modelos que comercializados inicialmente.
Lo mejor y lo peor del Opel Grandland X
El Opel Grandland X nace con una colección de virtudes que posiblemente se encuentren entre lo más buscado y valorado en el segmento.
En el lado claramente positivo, el Grandland X ofrece un espacio interior muy generoso y un habitáculo confortable que, además de ser grande, nos proporciona una sensación de luminosidad y espacio disponible sobresaliente. Influye en ello el diseño inclinado hacia adelante del salpicadero y el predominio de líneas transversales en su diseño, más allá de sus cotas reales.
Otro ingrediente esencial hoy en día es el componente tecnológico, que a su vez podríamos dividir en conectividad y seguridad.
En el caso del Opel, nos encontramos con el completo sistema OnStar de asistencia, combinado con un punto de acceso WiFi en el propio coche, una tecnología de la que Opel ha hecho bandera en los últimos años y que los sigue situando entre lo más avanzado del segmento.
En el apartado de seguridad, destaca por su iluminación full-led activa, sus cámaras de visión perimetral 360º, sus sistemas de asistencia a la conducción como el control de crucero adaptativo y un largo etcétera de elementos de confort y protección.
Con todos estos ingredientes, el Opel Grandland debería convertirse en un éxito de ventas siempre y cuando su gama de precios acompañe y lo sitúe en una posición competitiva frente a la feroz competencia, si bien algunos aspectos negativos empañan esta sensación de coche completo, sobre todo para aquellos que todavía aspiren a disfrutar al volante de vez en cuando.
En este caso y a pesar de que Opel ha conseguido resultados notables en otros modelos de su gama, creo que en el Grandland ni la dirección, ni el cambio ni el enfoque de sus motores tranquilos y frugales nos dejan con un coche demasiado apetecible para afrontar una carretera de curvas o una conducción dinámica digna de tal nombre.
Ese punto flaco y cierta falta de personalidad general lo convierten en un coche práctico, sensato y muy completo para el común de los mortales, pero algo gris y anodino para aquellos que esperamos ese punto adicional en cada coche que vamos probando.