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Control Stop. Sébastien Loeb sigue siendo el rey del Mundial de Rallyes

Se cumplió lo prometido. La edición de 2018 del Rally RACC Catalunya – Rally de España fue sin duda inolvidable y no solo en lo que se refería a la lucha por el título, con un genial Sébastien Ogier que plantaba cara al nerviosismo de Thierry Neuville y a la mala fortuna de Ott Tänak, sino también con una actuación memorable por parte de Sébastien Loeb y Daniel Elena, los cuales conseguían más de cinco años después un nuevo triunfo en el campeonato del que ya hace tiempo son leyendas.

A pesar de su tardía posición en el calendario, la cita española seguía estando encuadrada dentro de un mes de octubre que históricamente ha sido uno de los más importantes en la carrera deportiva de Loeb. Un 1 de octubre conseguía finalizar el Tour de Corse de 2000 al volante de un Toyota Corolla WRC consiguiendo su primer Top 10 como piloto mundialista en su debut al volante de un World Rally Car. Solo cuatro años después, un 17 de octubre y también en Francia, Loeb daba una voltereta en el podio para celebrar el que era el primero de sus nueves títulos mundiales ante la incrédula mirada de los miembros de Citroën.

Catorce años después y once días, Sébastien Loeb repetía peripecia en el podio de Salou, rememorando su etapa como gimnasta, la cual sin duda no le reportaría tantos éxitos como los conseguidos por este alsaciano que se convirtió en uno de los mejores de la historia del Mundial de Rallyes, el mejor para aquellos que disfrutan haciendo números. El domingo 28 de octubre quedará marcado en las páginas doradas del WRC como el día en el que el piloto francés más laureado de todos los tiempos conseguía su 79ª victoria, quizás el triunfo más especial de su carrera y frente a su rival más incómodo, un inconmensurable Sébastien Ogier.

Su voz temblorosa en la entrevista final reflejaba no solo el nerviosismo de un final tan ajusta, solo 3,6 segundos separaban a los dos Sébastien antes de la Power Stage, sino también la excitación al ver que había sido capaz de conseguir la victoria a pesar de no disputar una temporada completa desde 2012. A la octava fue la vencida. Solo necesitó ocho rallyes sueltos para demostrar que sigue estando en condiciones de pelear por los triunfos a pesar de que los coches han cambiado y que la competencia parece ser mayor. Por el camino ha habido exhibiciones como el espectacular inicio del Rallye de Monte-Carlo 2015 o el estar peleando por el Rally de México 2018, pero no fue hasta la prueba catalana que todas las piezas terminarían por encajar.

No fue ni mucho menos uno de sus triunfos más sencillos. Su trompo en el regreso de Montjuïc al itinerario del rally le dejaba con una importante losa de más de 15 segundos (era el 27º de la general tras el TC1) que tendría que remontar durante el viernes aprovechando su posición de retrasada de salida y que los tramos, especialmente el segundo y tercero del primer bucle, tenían un gran factor de mejora. Aun así, fue cuando llegó el asfalto cuando Loeb y Elena volvieron a recuperar esa pegada que les caracterizaba. El pinchazo de Ott Tänak en el último tramo del sábado nos dejaba una espectacular batalla por la victoria entre Latvala, Ogier y Loeb en la que ninguno de ellos estaba dispuesto a levantar el pie.

Jari-Matti era sin duda el más necesitado de los tres. El finlandés nos apuntaba durante la entrevista que pudimos hacerle el miércoles que estaba centrado en ayudar a que Toyota consiguiera cerrar aquí el campeonato de constructores, sin embargo, esa posibilidad se adelantó después del pinchazo de Tänak y a pesar de que él mismo también lo había sufrido un día antes, en el tramo de La Fatarella-Vilalba. La rabia que demostró en ese momento Latvala se tradujo en una espectacular recuperación que le permitiría terminar el sábado líder, por delante de los dos franceses, compañeros de baile desde hace más de una década y una auténtica pesadilla para el clan de los ‘Finlandeses Voladores’.

La carrera estaba teniendo todos los alicientes posibles, en gran parte porque la meteorología, loca gracias a esa masa de frío polar, terminaría condicionando las etapas sobre asfalto y dando lugar además para que con el alquitrán secándose, Loeb decidiera en el último momento cambiar a los neumáticos de compuesto duro para salir a los tramos del primer bucle del domingo. No se jugaba nada por el campeonato, pero en Citroën se dibujaba una sonrisa nerviosa al ver la información de Michelin desvelando las montas del resto de competidores y cómo todos ellos habían apostado por un escalón más blando que el nueve veces Campeón del WRC. La jugada salió maravillosamente bien hasta que un error tonto en la rotonda de Riudecanyes dilapidaba su ventaja sobre Ogier.

Para aquel entonces Latvala ya estaba fuera del podio tras un error de cálculo que lo llevaba a tocar un guardarraíl y pinchar. El finlandés, completamente frustrado sabía que Australia será su última opción para prolongar su espectacular racha. La segunda pasada por Santa Marina nos dejaba un duelo a la décima en el que Loeb se defendería hasta el último metro para no renunciar a una victoria que valía mucho más que 25 puntos, también para un Ogier al que le quedaba la tranquilidad de que había dado un gran paso hacia su sexto título Mundial y que incluso celebró con complicidad el triunfo de su compatriota, sin embargo, dentro de él quedaba ese regusto amargo de no haberse llevado este mano a mano con el que un día fue su compañero y jefe de filas. A pesar de llevar más de seis meses sin competir en el WRC, Loeb demostraba por qué sigue siendo el rey… y Ogier, que sigue siendo su más que preparado heredero.

Elfyn Evans enmendó la plana después de un mal inicio del domingo, algo que le sirvió para ser tercero y cumplir con su equipo. El galés demostró una vez más que sobre asfalto mojado es uno de los pilotos más rápidos, sin embargo, los dos tramos del primer bucle en la última y definitiva etapa le dejaron a los pies de los leones. Dani Sordo estaba obligado a hilar muy fino, teniendo que estar ahí para aprovechar cualquier error de Evans que le pudiera permitir subir una posición, pero nunca entrar en batallas con Neuville. El belga, completamente desquiciado llegaba a meta responsabilizando a Elfyn de haber echado piedras a la trazada. La rotura de la llanta dejaba ver que Thierry había arriesgado y que esta vez no le había salido.

Desde luego la mejor noticia para Hyundai Motorsport era el resultado de cara al apartado de fabricantes después del particular idilio con los pinchazos que tuvieron los hombres de Toyota. De nuevo Sordo fue el perfecto complemento de Neuville aunque a él le hubiera gustado sin duda contar unas condiciones más secas para poder luchar por la victoria después de una sólida etapa del viernes. La otra cara de la moneda fue una vez más Andreas Mikkelsen, muy perdido y a más de dos minutos y medio de la cabeza a final del rally. El noruego está siendo este año una sombra del piloto al que nos tiene acostumbrados y en Hyundai deben buscar cómo recuperarle antes de 2019.

Tal y como titulamos ayer, Loeb devolvió a la vida a una Citroën que no pudo contar con Craig Breen en este rally. El irlandés estuvo muy errático, sufriendo hasta tres percances durante el rally que fácilmente le pudieron dejar por el camino. El que será su sustituto en la firma de los dos chevrones, Esapekka Lappi, tampoco tuvo la mejor de sus actuaciones y su trompo en sexta velocidad fue suficiente para apartarle de las opciones de podio que hasta ese momento mantenía. En cuanto a Ken Block, lo más destacable fue su trompo perfecto en Barcelona durante el TC1, con el estadounidense auto-descartándose rápidamente con su salida de pista el viernes… Eso y la presentación de su nueva camioneta.

Fue sin duda WRC2 el otro gran punto de atención. Kalle Rovanperä maravilló a todos con lo que es su segunda gran actuación sobre asfalto después de ganar en mayo el Sachsen Rally en Alemania. El finlandés poco a poco empieza a ser ese gran piloto que esperábamos y el haber superado en dos rallyes de forma consecutiva a sus compañeros de Skoda, Pontus Tidemand y Jan Kopecký es la perfecta demostración de ello. ¿Recordáis que Loeb consiguió su primer Top 10 en el WRC el 1 de octubre de 2000? Ese mismo día nació en Finlandia un niño llamado Kalle.

Con el checo ya confirmado como campeón del Mundo, quedaban otras muchas cosas en las que fijarse como el rendimiento de los Volkswagen Polo GTI R5 (en tierra Solberg y Camilli sobresalieron) o el duelo entre españoles del que el más destacado fue Nil Solans, llegando incluso a estar en posiciones del podio y siendo autor de tres scratchs. Mala fortuna en cuanto a fiabilidad para Cohete Suárez y Pepe López, mientras que Marià Parés ganaba en la Copa N5 de RMC que se quedaba en cuadro tras el abandono de Roberto Rozada y la no presencia de Fran Cima. Pedro Antunes y Jan Solans se repartían los triunfos en la Peugeot Ibérica y en la Beca R2.

No me gustaría cerrar el artículo de impresiones posteriores al Rally de Catalunya sin destacar que hubo algunos momentos que deslucieron el espectáculo como fue la cancelación del primer tramo del sábado por la mala colocación de muchos grupos de aficionados o el lamentable espectáculo visto en el Shakedown. El rally lo hacemos todos y es responsabilidad de nosotros mismos que siga adelante. Polonia o Argentina demuestran que a la FIA no le temblará el pulso a la hora de tomar decisiones contundentes en pos de la seguridad.

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